Verdi escribió que “lamentablemente para el teatro, es necesario a veces que los poetas y los compositores tengan el talento de no hacer ni poesía ni música”
El apartado musical fue otro cantar, nunca mejor dicho.La dirección de Borowicz compensó la falta de movimiento escénico con una lectura ágil, vibrante, y de una intensidad orquestal de gran voltaje.El director polaco acompañó a los cantantes con un sonido que le permitió insuflar una conveniente tensión dramática en los momentos oportunos
Valentina Carrasco hizo una lectura feminista y simbólica, más bien provocadora, pero que no contraría el contenido del libreto.Carrasco trasladó la acción a una Andalucía abstracta -con vírgenes sevillanas, rejas y velos-, convertida en un dispositivo teatral para representar no tanto un amor trágico como un sistema de poder que usa y descarta cuerpos femeninos.
Donizetti ridiculiza en esta obra los usos y costumbres, vicios y virtudes, conveniencias e inconvenientes en el teatro, sirviéndose de todos los clichés que tiene a mano.Kramer utiliza el argumento para escenificar aquí con fuerza, mucho color e impudor las excéntricas y grotescas inclinaciones de los artistas.
David McVicar, quien ya ofreció su propuesta de 'Gloriana' de Britten en este mismo coliseo, vuelve a plasmar en escena toda la imaginería asociada a la reina Isabel en un montaje que se erige con poderosa fuerza visual y escénica por medio del vestuario de época, de una asombrosa fidelidad a los retratos pictóricos, y cuidadísimo estéticamente
Donizetti hace que el personaje resulte muy moderno, y Puértolas ahonda en ese punto reivindicativo, que tiene que ver con la rabia hacia la injusticia y hacia la indefensión.No escondió ni un gramo de voz en toda la representación, y la cabaletta final fue una auténtica brutalidad.
Hay en 'L'esule di Roma' momentos del mejor Donizetti y líneas melódicas que comienzan como puro Donizetti para terminar como escuela rossiniana, y viceversa.
Las voces aterciopeladas y en tonalidades turquesa de Adriana González y Marina Viotti parecen muy adecuadas para el colorido toque de esta música, ampliamente meridional e inundada de luz, cuya picardía culmina en su amor a la vida.
Radvanovsky, cuyas poses en el escenario demuestran auténtico orgullo y dignidad regias, suscribe que a día de hoy es la reina indiscutible de “trilogía Tudor” de Donizetti.