El apartado interpretativo tiene su interés, pero en este tipo de acontecimientos musicales -primera interpretación completa en Córdoba- queda en un lugar secundario habida cuenta de la extraordinaria importancia de lo que supone la obra en sí en el desarrollo musical de una ciudad, de prácticamente nula tradición concertística hasta 1992 en que fue creada la Orquesta de Córdoba
La orquesta está a un nivel artístico tal que debe salir de la ciudad para presentarla fuera.La Mezquita es un gran monumento pero jamás se podrá mover de Córdoba.Sin embargo la orquesta sí es capaz de ello y convertirse en un embajador musical de Córdoba tanto en España como fuera del país.
Un Gran Teatro lleno hasta la bandera acogió el concierto conmemorativo del treinta aniversario de la Orquesta de Córdoba, contando entre los asistentes con diversas personalidades del mundo de la cultura, de la política, aficionados, abonados y también, por qué no decirlo, bastantes curiosos y neófitos
Los asistentes que casi llenaron el Gran Teatro de Córdoba asistieron entre el asombro y la curiosidad al acontecimiento musical que contó con la colaboración de la Joven Orquesta de Córdoba, indispensable para salvar las limitaciones de la plantilla, especialmente en esta partitura.
La importancia de la velada residía indudablemente en la recuperación de La chiquita piconera, la zarzuela que estrenara Ramón Villalonga en 1935 con el acertado libreto de los cordobeses Manuel Alfaro y Francisco Avilés.
Comienza el 16 de septiembre y finalizará en mayo con la ópera 'El rapto en el Serrallo' de Mozart, y donde ofrecerá 30 conciertos con 23 programas distintos.
Maria José Moreno fue la encargada de encarnar a Lucia di Lammermoor manteniendo intactas sus cualidades como soprano lírico-ligera después de veinticinco años de carrera abordando dicho repertorio, una hazaña al alcance de muy pocas, aunque lógica en base a una técnica impecable y un profundo conocimiento del bel canto
Un inspirado ‘Adagio’ desplegó grandes dosis de la esencia mística que Bruckner suele deparar en los movimientos lentos de sus sinfonías, bien que no únicamente, y que aquí el Domínguez-Nieto supo dosificar convenientemente a través de la enorme carga expresiva de los silencios y del cuidado fraseo de los solistas.
«El patio de los naranjos» (1916) es interesantísima por su frescura melódica y por su bella orquestación.Destacan la introducción, a manera de fresco musical sobre el que se suceden las primeras escenas, y especialmente por la escena central en la que se funden la romanza de Carmela y el coro de monaguillos que bromean y juegan frente al sacristán (un homenaje a la escena similar de «Tosca» según Domínguez-Nieto).