Carsen consigue una suerte de equilibrio entre lo psicológico, lo religioso y lo político, sin dejar de tener en cuenta que el orden de prelación es precisamente ese.Pero, además, logra otro compromiso: el que se da entre lo teatral y lo cinematográfico.
'Les fêtes d'Hébé' constituye una trampa para todo aquel que la quiera montar: ¿Cómo interesar al público del siglo XXI cuando se trata de una obra de puro divertimento, con una trama ligerísima y un concepto de la diversión que puede parecer anticuado, véase polvoriento, a nuestros contemporáneos?
Uno de los grandes logros de esta producción es la dirección escénica de Robert Carsen, quien tiene ya a sus espaldas varios títulos janáčekianos estrenados por doquier y siempre con gran éxito.
Si Carsen exhibe siempre su ingenio esta vez es en las escenas cómicas o que terminan siendo tales donde destaca particularmente, y sobre todo en el derroche de imaginación en las escenas de amor no correspondido entre mujer madura y guerrero joven (que además es mujer).
Se requería todo el arte de Netrebko para hacernos olvidar el fastidio de la puesta en escena, y lo logró.Ha sido uno de sus papeles mayores en cuanto a variedad de fraseo y exhibió sus medios vocales intactos
'El Mesías' no es una ópera 'disfrazada' porque no cuenta con ‘argumento’, y si hay alguno no parece que Wilson haya encontrado la forma de explicarlo.Es un espectáculo ‘suyo’ en el sentido de que es todo muy ‘bonito’ en cuanto a iluminación y colores, y reiterativo en cuanto a ‘poses’ estáticas, movimientos lentos exagerados, y gestos bruscos y congelados.
Miro lo que ocurre en Gaza y patino sin poder avanzar sobre una pregunta.¿Dónde estás, Amor, que no es ya que no resucites, es que ni siquiera logras posponer la muerte?¿Qué me ofrece ahora este 'Orfeo ed Euridice'?
Si el coro, cantando y actuando, estuvo memorable, la orquesta no le fue a la zaga.No hablo de los detalles técnicos donde estuvo todo en su lugar, sino de la respuesta a la dirección de Young, a la que por primera vez se le confiaba una ópera en esta sala.
Paco Azorín entiende 'Medea' desde la perspectiva de los dos hijos de la hechicera y semidiosa de la Antigüedad griega, y hace fluir toda su oscura visión escénica desde esa óptica infantil