Lo discutible de todo esto probablemente sea que, desde una perspectiva de género, a la obra de una mujer, Pauline Viardot, que indudablemente se ha de poner en valor, se la rodea e intercala con músicas de diferentes hombres.
Ligorio evita hábilmente el final un tanto simplón de cuento de hadas con el matrimonio y el perdón.Al final, Angelina no se dirige a su aristocrático amante, sino al guionista Alidoro.En última instancia, el final feliz queda abierto, el de Rossini aparece como una de las muchas posibilidades.
La puesta en escena de Gallienne oscila entre el respeto al libreto y a las situaciones, con buena dirección de actores, y alguna que otra idea peregrina de las que parecen "necesarias" para que pueda decirse que el director de escena no ha hecho un trabajo banal.
El regista Stefan Herheim se inclina por cierto componente fantástico inherente a la narración, optando por guiños aislados mientras suena la obertura en un ejercicio coreográfico que hace desfilar a todos los personajes de la obra, en lo que desarrolla una mini historia dentro de la trama general, que gira en torno a una limpiadora de hoy en día con anhelos de prosperar en la vida.
Detrás de la sexta puerta Judith encontrará un mar de lágrimas, congeladas en la nieve.Con ellas descenderá uno de esos globos azules y el duque se sentará en el suelo anímicamente destrozado.Sobre la metáfora de la cámara de tortura el espectador sospecha que debe de estar relacionada de alguna forma con la propia infancia de Barbazul.
Fröhlich no pretende en absoluto representar los cuentos en su totalidad.Más bien, se ocupa de ciertos momentos dentro de las historias que le resultan especialmente atractivos, cuya oferta narrativa maximiza al tiempo que subjetiviza en un obsesivo agotamiento pictórico.
Pelly describe dos mundos, el real, situado en una época cercana, con vestuario y objetos contemporáneos, y el onírico proyectado por Cenerentola, que vaga entre distintas tonalidades de rosas y morados por el siglo XVIII, con sus trajes, pelucas y atrezo fantástico.
Lo que hace Cauwenbergh es desempolvar literalmente la versión original de Marius Petipa y volverla a sazonar con gran acierto para entregarnos una pieza moderna que parece sacada de aquellas obras que nos encantaban en nuestra infancia.
Cenicienta es una de esas rara avis en el mundo de la danza.Es la única música expresamente escrita para la danza por el rey del vals, Johann Strauss (hijo), y su estreno tuvo lugar -ya fallecido el compositor- el 2 de mayo de 1901 en Berlín.
No es el príncipe quien elige a Cenicienta, sino Cenicienta al príncipe.La música abarca la composición original de Prokófiev, además del sonido de Les Baxter (Because of You/Unless, de 1951, y su versión del popular fado Abril en Portugal/Coimbra (1947), originalmente compuesto por Raul Ferrão y letra de Jose Galhardo).