'Étudier, enseigner e composer à la Schola Cantorum (1896-1962)' es una aportación bibliográfica excelente, muy plural y totalmente documentada que no defraudará.Un primer retrato completo y sumamente brillante sobre la vida de esta institución músico-pedagógica francesa
Como ‘teatro’ le cuesta despegar, y en ese sentido es superior también la segunda parte (son tres actos en veintidós escenas, en los que deliberadamente hay evocaciones del impresionismo y de la música religiosa tradicional)
Bajo el título bastante equívoco de 'Mélodies du bonheur' (que en Francia inevitablemente recuerda a la película de Wise 'The sound of music' [Sonrisas y lágrimas]), los intérpretes citados en la ficha nos han servido un florilegio de canciones (mélodies) con orquesta y otras miniaturas de la segunda mitad del XIX francés.
Ofrecida sin pausas, los distintos puñetazos que autor de música y texto asestan con gran oportunidad y sentido quedan un tanto ‘adormecidos’, y eso porque los compositores y libretistas en general calculaban muy bien los tiempos (no descubro yo que el tiempo psicológico no es sinónimo del físico)
La unificación cultural alemana avanzaba mucho más aprisa que la política.Al drama alemán, a la poesía y la narrativa alemana había que añadir un potente motor cultural, la ópera alemana.¿Es 'Der Freischütz' la primera ópera romántica alemana?
Hay que descubrirse ante Kunde-Calaf: como se sabe su timbre no es una maravilla, pero hoy incluso en el agudo estuvo radiante.Algunas veladuras en centro y grave en algunas frases menos ‘importantes’ de los dos primeros actos son tributo a la edad sin duda.
Fue una nueva puesta en escena muy tecnológica ella, con mucha proyección, luz, espadas láser tipo 'Guerra de las Galaxias' vinieran o no a cuento, trajes de robot y robots, una grúa que maniobraba para abrir y cerrar partes del escenario con el coro en general con muy poco movimiento, un mandarín vestido en el peor estilo revisteril, una Liù que parecía salir de una película de 1940 de Cecil B.