Pareciera como si la yuxtaposición de un solo instrumento pequeño y un gran colectivo sinfónico constituyera un símbolo del individuo a merced de la vida y la naturaleza en el espacio.
Todo es tan ágil, tan animado, tan entretenido que uno se frota los ojos y las orejas asombrado.¿Es de verdad que están tocando sobre el escenario una pianista de 82 años y un violonchelista de 75?
Antes de partir para los ensayos en Glyndebourne, la Filarmónica de Londres cerró su temporada londinense con dos conciertos que sirvieron para la presentación de violinistas extraordinarios, Rachlin e Ibragimova, junto a batutas descollantes, Mäkelä y Gardner
¿Qué ocurre si entendemos 'La nariz' como una 'terra ignota' perfectamente ordenada y urbanizada, y no como una 'terra nullius'?O sea, una isla de cordura en un océano caótico.Es cierto que 'La nariz' carece de tradiciones interpretativas, pero no es menos cierto que en los almacenes de la memoria conservamos perfectamente ordenadas, indexadas y catalogadas todas las piezas del puzzle, que nos permiten la reconstrucción
Auditorio de Galicia.Denis Kozhukhin, piano.Real Filharmonía de Galicia.Paul Daniel, director.Sergei Rachmaninov: Concierto para piano nº 3 en Re menor, op.30;Sofia Gubaidulina: Fairytale Poem;Dmitri Shostakovich: Sinfonía nº 9 en Mi bemol mayor, op.
Entretanto, con su estupenda técnica y su arraigada musicalidad, Giltburg se ha transformado en uno de los pianistas más impresionantes de su generación.No solo como intérprete, sino también con sus textos sobre música es un influyente mediador de la música clásica moderna.
El 'Concerto DSCH' es el fin de fiesta de esta magnífica exhibición de la Compañía Nacional de Danza, con el Concierto para piano nº 2 de Dmitri Shostakovich sirviendo de base para la colorida y colorista coreografía del ruso Alexei Ratmansky, que vio la luz en Nueva York en 2008, quizá la más atractiva visualmente de este tríptico.
Al pasar inmediatamente de una canción a otra, y de un compositor a otro, Goerne y Trifonov crearon una singular atmósfera de intensidad general que resultó fascinante.Después de las cuatro canciones de Berg y las 16 de Schumann el público tenía que hacer ímprobos esfuerzos para no estallar en efusivos aplausos.
Igor Levit ofrece un pianismo total.Busca sobre todo la épica, la obra de gran tamaño.El desafío, como siempre, es extremo.En sus manos, la hora y 20 minutos de duración previstos (sin pausas), parecen transcurrir en solo 30 vueltas de la aguja del cronómetro.
Levit siente el swing y lo acompaña tímidamente con su torso ante el teclado, pero no se atreve a lanzarse como lo hace un aguerrido pianista de jazz.Pierde la oportunidad y esto es tanto más lamentable cuanto que la Orchestre de Paris demuestra competentemente cómo hacerlo.