Chailly es un gran artífice, poderoso y en cierto sentido simple, pues la música parece brotar de él de una forma desnuda y natural, como se pasea o se respira, haciendo de la orquesta una prolongación de su portentosa naturaleza musical.
En 2009, en el marco de la 58 edición del F.I.S., se presentaron en la sala Argenta del Palacio de Festivales de Santander Iván Fischer y su Budapest Festival Orchestra con un concierto que quince años después han repetido con el mismo programa de otrora, pero con la presencia de Kopatchinskaja en lugar de Kavacos
Beczala volvió a encandilar con su referencial Riccardo de 'Un ballo in maschera' de Verdi, que fue una lección de canto verdiano.El programa finalizó con los dos fragmentos de Cavaradossi en 'Tosca' de Puccini, autor que por el centenario de la muerte es forzoso interpretar.
Nureyev no solo era un gran intérprete, sino que con su variado repertorio superó las barreras entre el arte dancístico clásico y el contemporáneo.Como coreógrafo intensificó a los clásicos a través del virtuosismo y realzó los papeles masculinos.
Viotti logró subir el listón con una 'Isla de los muertos' de Rachmaninov más pausada que supo captar a la perfección la esencia sombría y melancólica de la obra, evocando vívidamente el paisaje lúgubre y el profundo sentido de desolación de la pintura de Böcklin
La Serenata para cuerdas de Dvořák rezuma alegría de vivir, fruto de un período feliz en la vida del músico.La interpretación de Christoph Koncz estuvo adornada de un refinamiento extremo, apenas superando el mezzo forte y dispensando extraordinarios pianissimos.