Pedro Halffter se centró más en destacar el preciosismo de la partitura pucciniana que en realzar los contrastes de esta, que son realmente la clave de la progresión dramática.Los - aquí - paradójicamente camerísticos tutti orquestal del inicio o el cierre del primer acto sonaron verdaderamente apagados y livianos bajo una batuta que antaño, por el contrario, se reivindicaba en momentos así con un exceso de efecto y decibelios.
La puesta en escena, sin ser particularmente brillante, funciona y fue sensata, con momentos de gran belleza y de luz, aunque sumamente despojada, lo que hizo aún más patente el enorme escenario del Liceu y dejó recaer el mayor peso en los artistas.