La versión musical no alcanzó la intensidad sugerida por la escénica, en gran parte por la timidez de Henrik Nánási para lanzarse a las profundidades insinuadas por la puesta
La voz de Olivieri pareció más poderosa y sobre todo de más espesor en el centro, y pese al texto en italiano que por momentos quiebra el sentido de las frases no hubo momento en que no expresara debidamente su dualidad privada y pública.
En Bruselas al parecer este montaje de Villalobos no generó tanta polémica.Tal vez sería de esperar que en el Liceu no se repusiera.Pero eso es mucho decir cuando se nos cuenta en gacetillas no sé cuántas cosas sobre este montaje poderoso y se nos asegura que veremos a grandes intérpretes y en el caso de la protagonista a las cuatro mejores cantantes que hoy encarnan a Tosca
Grigorian es Grigorian y difícil no lagrimear frente a su mezcla de ansiedad y premonición con que canta su plegaria por su bebé que, ignora, está siendo asesinado mientras ella reza por su vida y su seguridad.
A falta de la oferta que vayan sumando Kursaal Eszena (San Sebastián) y el bilbaíno Teatro Arriaga, el paisaje musical vasco del próximo curso se ha desvelado esta pasada semana con una llamativa concentración.
Damiano Michieletto es sobre todo un gran hombre de teatro y no puede o no quiere entender que hay momentos en que hay que ‘resignarse’ a dar la precedencia a la música.
La producción del Mariinski tiene dos líneas directrices que reinterpretan el libreto.Una es la que se encarna en la opresión paterna.La otra se revela en un final escénico de comedia de Broadway.Su encaje con el resto es tan forzado que sólo se puede entender de una forma sarcástica.
Suena el preludio.Werther está tendido en el suelo.¿Fiambre?Quizás, pero resulta un difunto saludable.Se alza.Se enfrenta a un gran espejo.Lo toca.Se rompe.Y analepsis: comienza la historia.