Junto a la ilusión propia de los relatos infantiles, se respira en 'Cendrillon' de Viardot la nostalgia propia de una época que se había sobrevivido a sí misma
Oscar Hammerstein II es la figura más importante de la historia del musical estadounidense.Tras pasar los últimos dos años y medio trabajando con su correspondencia, Mark Eden Horowitz está convencido de que Hammerstein no solo fue un gran hombre de teatro sino también un ser humano profundamente bueno.
Lo discutible de todo esto probablemente sea que, desde una perspectiva de género, a la obra de una mujer, Pauline Viardot, que indudablemente se ha de poner en valor, se la rodea e intercala con músicas de diferentes hombres.
Cristalino y con gran aliento en el arco, Emmanuel Tieknavorian ofreció una interpretación llena de ingenio, delicadeza y ternura con su Stradivarius (Cremona 1698) del primer concierto de Prokofiev.
Ligorio evita hábilmente el final un tanto simplón de cuento de hadas con el matrimonio y el perdón.Al final, Angelina no se dirige a su aristocrático amante, sino al guionista Alidoro.En última instancia, el final feliz queda abierto, el de Rossini aparece como una de las muchas posibilidades.
Hubo más música que de costumbre en esta versión de 'Lakmé' y sin embargo nadie se aburrió.A ver si va a ser que cada vez que cortan una obra por miedo a aburrir al público el problema no es de la obra sino de los intérpretes, que no saben darnos su visión de conjunto
Que la Federación Rusa promueva las guerras culturales como antesala del genocidio y la limpieza étnica como lo hicieron la Alemania nazi y la Unión Soviética no quiere decir que lo mismo no pueda ocurrir en Ucrania.
Ya con escuchar 'Psyché' habíamos amortizado la entrada.Y uno piensa al acabar la obra "¡Dennos ustedes más César Franck, ¡oh pacatos programadores y artistas!, ¡dennos más Franck, que ahí se esconde buena cantidad de tesoros!"