Seis bailarines acompañan y secundan en el escenario a los protagonistas.Movimientos que no empañan de ningún modo la labor de los cantantes y que es invocado según las exigencias dramatúrgicas como complemento de una trama ciertamente estática.
El trabajo de Pountney ha sido extraordinario y se ha ‘limitado’ a exponer con claridad el libreto y a trabajar notablemente con los cantantes/actores.Destacan la dignidad, los diversos ‘no’, la impotencia de los guardianes que no entienden por qué todos los detestan, las mezquindades, los castigos inútiles, los intentos de comprar fidelidades.
La cifra negociada de mecenazgo en la temporada 22/23 es de 7,9 millones, llegando a una cifra récord y consolidando así el compromiso del sector empresarial y de la sociedad civil.
Como ‘teatro’ le cuesta despegar, y en ese sentido es superior también la segunda parte (son tres actos en veintidós escenas, en los que deliberadamente hay evocaciones del impresionismo y de la música religiosa tradicional)
Atronadoras ovaciones al final para lo que debe considerarse una versión deslumbrante de esta obra tremendamente exigente;a la altura de cualquier teatro internacional y bastante por encima de lo que se ve habitualmente en los escenarios madrileños propiamente dedicados a la ópera –esto es tan cierto como irónico.
Penella compuso un admirable tratamiento prosódico del texto en las partes más recitadas, por lo que toda la obra de principio a fin es musicalmente cantabile, de canto muy natural.Nada que ver con las experimentaciones harto indigestas y metidas con calzador de don Tomás Bretón décadas atrás.
El público, como he señalado, no brilló por su abundancia pero sí por su respeto.Los aplausos al final fueron bastante intensos, pero distaban del entusiasmo que suele mostrar a veces el público de este Teatro con más o menos razón.