A través de sus miradas, gestos e incluso alguna incursión coreográfica, y de la mano de una extraordinaria dirección actoral por parte de Francisco López, podemos afirmar que Arteta hizo una creación única, con una actuación sobrecogedora en la última escena.
Carlos Domínguez-Nieto, en los años que ha estado al frente de la Orquesta de Córdoba, ha venido recuperando obras líricas relacionadas con la ciudad de la Mezquita que habían sido olvidadas y que el director madrileño encontró buceando en los archivos de la SGAE.
El apartado interpretativo tiene su interés, pero en este tipo de acontecimientos musicales -primera interpretación completa en Córdoba- queda en un lugar secundario habida cuenta de la extraordinaria importancia de lo que supone la obra en sí en el desarrollo musical de una ciudad, de prácticamente nula tradición concertística hasta 1992 en que fue creada la Orquesta de Córdoba
La Mezquita cordobesa ha sido desde hace décadas marco de conciertos, especialmente de música clásica, en alguno de sus amplios rincones.Desde el Patio de los Naranjos hasta el altar mayor de la zona de la Catedral propiamente dicha, para pasar a la parte de Abderramán III y más recientemente a la zona trasera del altar mayor.
La importancia de la velada residía indudablemente en la recuperación de La chiquita piconera, la zarzuela que estrenara Ramón Villalonga en 1935 con el acertado libreto de los cordobeses Manuel Alfaro y Francisco Avilés.
De la combinación de mala música y peor literatura, sería raro prodigio que pudiera salir buen teatro musical, y de impedirlo a cualquier precio se encargan una escritura vocal de enorme dificultad, una orquestación de brocha gorda, una técnica compositiva menos que básica y unas ideas musicales que brillan por su ausencia.
«El patio de los naranjos» (1916) es interesantísima por su frescura melódica y por su bella orquestación.Destacan la introducción, a manera de fresco musical sobre el que se suceden las primeras escenas, y especialmente por la escena central en la que se funden la romanza de Carmela y el coro de monaguillos que bromean y juegan frente al sacristán (un homenaje a la escena similar de «Tosca» según Domínguez-Nieto).
Solo la ignorancia más supina se permite afirmar que Meyerbeer se limitó a imitar las fórmulas del gran huracán que arrasaba en los escenarios italianos, Rossini.El alemán, aun asimilando perfectamente los procedimientos del belcanto imperante en el momento, demostró tener una voz propia desde el inicio, y así lo reconocieron el público y la crítica contemporáneos.
En su quinta edición, que no es una mayoría de edad pero por lo menos indica ya que un festival ha cuajado y no es 'flor de un día', el Festival Little Opera de Zamora ha tenido que adaptar lo que iba a ser una edición conmemorativa a un festival que ha conseguido conservar una de sus sus premisas básicas, la de la autenticidad, y sobre todo ha mantenido la música en vivo y en directo