Vicky Peña es una Antigua de esas que hacen historia, tal es su espontaneidad y descaro en escena, quien encuentra su perfecto alter ego en el áspero y rudo Chinchorro de Pep Molina, un dúo que encumbra el buen teatro hablado, el del disparate y surrealismo que define a estos dos personajes.
Muchos podrán decir que si una obra no ha prevalecido en el repertorio es por su escaso mérito y valor artístico.No es el caso de Circe, pues lo que más llama la atención en un primer momento escuchando esta ópera es su lenguaje orquestal.
La directora reviste la trama de un aura de fantasía donde los personajes parecen surgidos de un libro antiguo de cuentos infantiles cuyas estéticas adquieren perfiles caricaturescos y extremadamente hiperbólicos, ubicándose en una escenografía que recrea toda la pomposidad del palacio real y la belleza de los paisajes campestres, una opción que consideramos válida para describir ese país imaginario del que nos habla el libreto y que alude a España sin decirlo expresamente.
El criterio escénico de Giancarlo del Monaco nos sitúa frente a los fantasmas y miedos de la gitana Salud, optando por un clima opresivo y traumático que bien puede ser un trasunto del subconsciente de la sufriente protagonista.
Esta conversación, completamente ficticia, nos sitúa durante un ensayo de la propia obra y nos ofrece la imagen de un apocado Falla frente a un Giménez, veterano hombre de teatro que anima al joven Don Manuel a buscar el éxito en París.
La puesta en escena y los decorados son un buen trabajo de Giancarlo del Monaco, aunque se vio empañado por un par de licencias innecesarias e inoportunas.Se pierde así el pathos y el embrujo de la muerte por amor a la que está destinada la gitanilla, que vive con intensidad una vida breve pero ancha de emociones a flor de piel.
Mario Gas, que mantiene con 'La tabernera' bien anudados lazos sentimentales, no ha optado tanto por el negro, entendido en sentido metafórico y formal, como por una amplia gama de grises y azules que respetan con escrúpulo el original, otorgándole una consistencia tan sólida como vaporosa, tan sensible como intangible, tan realista como evocadora, tan teatral como cinematográfica.
Saioa Hernández resulto perfecta vocal y escénicamente en su tarea de encarnar a uno de los papeles más atribulados que el gran dramaturgo musical reserva a la cuerda de soprano.Se movió con absoluta autoridad y su técnica vocal permitió salvar sin dificultad alguna las insidias de la parte.
Palacio Euskalduna.Giuseppe Verdi, I Lombardi alla prima crociata.Libreto de Tesmistocle Solera basado en el poema homónimo de Tommaso Grossi.Lamberto Puggelli, dirección de escena.Grazia Pulvirenti, dirección de escena de la reposición.
La puesta, en ocasiones blanca y fría como un laboratorio, en otras colorida, cual es el caso del citado Paraíso, abunda en alusiones no siempre sencillas de resolver, pero en general impactantes.Explota un movimiento visual que se ha de contemplar en varios niveles (de espacialidad y de significado).