Alcanza la cifra de 5.292 abonados en ciclos en el Auditorio Nacional de Música como Jazz en el Auditorio, Andalucía Flamenca, Liceo de Cámara XXI, Universo Barroco Cámara y Bach Vermut.
El segundo problema de este concepto escénico es su discrepancia respecto a la partitura.Debussy no es jamás un compositor “de interiores”.Su música tiene siempre el paisaje, la naturaleza, el aire libre como referencia, como punto de anclaje.
Fallecido Rameau durante los ensayos, fallecida madame de Pompadour en 1764, nadie tenía real interés en representar una obra que, aun con la simpatía real, podía levantar ampollas en el bastante rígido sistema de estamentos del Antiguo Régimen.
¿Py podrá hacer algo con 'El ruiseñor'?Pues seguramente le salga una pifia, pero como luego triunfará con 'Las mamas', "todos tus pecados te serán perdonados"
Hubo más música que de costumbre en esta versión de 'Lakmé' y sin embargo nadie se aburrió.A ver si va a ser que cada vez que cortan una obra por miedo a aburrir al público el problema no es de la obra sino de los intérpretes, que no saben darnos su visión de conjunto
El público asistente al estreno le dedicó a Pelly y al equipo escénico una ovación casi tan grande como la que recibió Sabine Devieilhe.Pero es que también esta 'Lakmé', alibababesco de melodías bonitas, templo de ternura y de emoción, que nunca ha dejado de estar en el corazoncito de los melómanos de todo el mundo, a pesar de haber sido tanto tiempo ninguneada por los intelectuales boulezianos y demás.
Pichon se dedicó a eliminar casi quirúrgicamente cualquier atisbo de vida en los personajes.Tempi lentos, una sensación casi contemplativa en los recitativos, larguísimas cadencias vocales en las arias y un empeño constante en buscar el pianissimo más pianissimo de todos los pianissimi, cayendo con frecuencia en lo puramente melifluo.
Devielhe tiene además una aproximación, por así decirlo, camerística a la interpretación musical: no se detecta en ella ni un ápice de divismo.Fue igualmente un placer admirar la sutileza con la que establece una complicidad con el resto del reparto y con el director e, incluso, la orquesta.
Marina Monzó es una de esas sopranos cuyo sustento se encuentra en la naturaleza pura de su voz, un don que con trabajo y dedicación está sabiendo gestionar e instruir en aras de convertirlo en un portento.