El legato de Lisia Batiashvili es de una perfección exquisita, configura un fraseo que revela todo el difícil sentido conceptual del concierto.El austero vibrato tiene el punto justo de dramatismo requerido, pero sin convertirse jamás en patetismo ruidoso, un peligro que acecha en cada compás y en el que Batiashvili no cae en ningún momento.