Si todavía no han oído ni escuchado ni leído algo de Arsenii Moon hay que ponerse al día porque es uno de esos artistas excepcionales de novísima generación que con su espiritualidad convierten una sala de conciertos en un recinto que parece esfumarse de este mundo terrenal.

Medio siglo de danza con una amplia diversidad de estilos, temática, historias y gestualidad fueron reunidos en esta maravillosa tarde por Volpi con una obra propia y sendas piezas de Pina Bausch, Hans van Manen y Justin Peck.

La historia no transcurre en Venecia, sino en un "Ristorante di Venezia", que quizá se encuentre en algún lugar de Gelsenkirchen.Como "dato curioso", durante la obertura el sistema de sobretítulos anuncia que en Gelsenkirchen hay incluso más puentes que en la ciudad de la laguna.

Michieletto dice en el programa de mano que ‘la embajada es un lugar anónimo que no inspira una fantasía’.Un banco tampoco suele inspirar mayor fantasía que una embajada y ciertamente no lo logró en esta puesta en escena donde se quiso dar vitalidad a través de la modernización de los diálogos y de la danza.

Los tiempos que vivimos convirtieron una obra de calidad dispar y poco representada en un reproche universal de vibrante actualidad.“No borders.No nations” dice un grafitti en un muro que separa a los refugiados de los habitantes de la isla griega de Quíos

Sir András Schiff consigue crear una atmósfera en la que las diferencias entre improvisación, composición e interpretación se difuminan.El pianista licúa la partitura y da al espectador la sensación de que está presenciando la creación de esta música.

Personajes casi exclusivamente sórdidos se entregan a sus abismos hondamente humanos.Hay asesinatos, celos, ansias de poder, calumnias y chantajes.Se puede afirmar, sin temor a equívocos, que L'incoronazione di Poppea es el primer cuento de bandoleros en la historia de la ópera y sobre un material siempre mítico.