Currentzis no es de los que busca ser original para sorprendernos, sino que, inevitablemente, nos saca de nuestra zona de confort para señalarnos algo que no habíamos oído antes.
La cuerda, como siempre en Fischer, se erigió en el aspecto más expresivo desde su múltiple presencia y sólido armazón;por supuesto, dentro de un estilo moderno: es cálida sin llegar al sentimentalismo empalagoso.
El trabajo, que incluye un repertorio basado en las sugerencias del musicólogo Pepe Rey, se emprende a partir de la colección de aguafuertes y exposición de Mariano Moret sobre las cabezas grotescas del polímata y artista italiano
Auditorio de Galicia.Denis Kozhukhin, piano.Real Filharmonía de Galicia.Paul Daniel, director.Sergei Rachmaninov: Concierto para piano nº 3 en Re menor, op.30;Sofia Gubaidulina: Fairytale Poem;Dmitri Shostakovich: Sinfonía nº 9 en Mi bemol mayor, op.
Entretanto, con su estupenda técnica y su arraigada musicalidad, Giltburg se ha transformado en uno de los pianistas más impresionantes de su generación.No solo como intérprete, sino también con sus textos sobre música es un influyente mediador de la música clásica moderna.
Se trata de un doble álbum con una versión con orquestación reducida de la Sinfonía núm.2 del austriaco y un triple CD con la ópera Elena e Malvina del catalán.
"Los músicos de Stalin" se ocupa de la música escrita por los compositores más significativos del área rusa desde los últimos años del zarismo hasta la compuesta después de la caída de la Unión Soviética, haciendo especial hincapié en los maestros que, de una manera u otra, desde dentro y desde fuera, trabajaron durante los años de la dictadura de Stalin.
Del 6 al 9 de octubre se desarrollará la presente edición del London Piano Festival, que tiene lugar anualmente en el Kings Place de Londres a comienzos de octubre.Sólo cinco conciertos, pero variados y apasionantes, incluida una 'schubertiada' con Dame Imogen Cooper y piano a cuatro manos
The Gewandhausorchester Leipzig presented a programme of stark contrasts in which the quiet anguish of Shostakovich’s 'Chamber Symphony' and the cataclysmic force of Sofia Gubaidulina’s 'Der Zorn Gottes' were held in fine balance by unshakable optimism of Beethoven’s 'Seventh Symphony'