El rendimiento de la orquesta (las orquestas) fue el de las grandes noches, porque desde el patio de butacas se veía que estaban disfrutando de su trabajo.Por eso el público supo respetar los quince segundos de silencio que impuso González-Monjas antes de recibir la salva de aplausos.
La Pittsburgh Symphony Orchestra, que en los próximos meses comienza una nueva gira por Europa, demuestra aquí una vez más su elevado nivel artístico.Manfred Honeck despliega un poderoso estilo de dirección con hermosos momentos y un gran equilibrio emocional, acentuado por el diseño del tempo.
El Festival Internacional de Santander presenta su 73.ª edición, que suma 49 actividades en una programación diaria que une musicalmente Santander con otras 18 localidades cántabras.La Orquestra de la Comunitat Valenciana -Palau de Les Arts, el maestro James Gaffigan y la soprano Aida Garifullina protagonizan el concierto inaugural, que clausurará 29 días más tarde la Filarmónica de Radio France junto a Mikko Frank y la violonchelista Sol Gabetta
La orquesta, bajo la dirección de Denève, fue una magnífica aliada de Pablo Ferrández, con un sonido bien empastado y un riquísimo despliegue dinámico.
Muchos años después de haber escuchado la Sinfonía alpina a Karajan tuve la suerte de ver, en una semana, a Vladimir Jurowski y sus bávaros, y Christian Thielemann y sus sajones escalando la montaña straussiana.
Del 27 de agosto al 24 de septiembre se celebrará la nueva edición del Festival Enescu que tiene lugar cada dos años en Bucarest y otras localidades rumanas.Se trata de un festival muy amplio, tanto por su duración, casi un mes, como por la cantidad de conciertos que ofrece, organizados en varias series: la principal la de 'Grandes orquestas del mundo' que se celebra en la sala de Palatului.
Meyerbeer fue uno de los grandes, como Beethoven, Verdi y Mozart, que lo siguen siendo.A Meyerbeer le pasó lo que a otros, que desaparecieron de los programas, o que vieron reducida su producción a dos o tres óperas.
'Chichén Itzá' de María Teresa Prieto, escrito en 1942, es un concentrado poema sinfónico de cuidada orquestación que rinde homenaje a la famosa ciudad maya y las imágenes ancestrales asociadas a ella y en el que Prieto muestra el inteligente manejo de las fuerzas orquestales mediante líricas melodías y ritmos de lenguaje renacentista, no demasiado alejado del estilo modal cultivado por Joaquín Rodrigo