Alejandro Roy volvió a dar una lección de máxima entrega sobre el escenario y destacó por sus agudos potentes y firmemente proyectados.La otra cara de dichas virtudes es la debilidad por debajo del mezzoforte y la incapacidad para articular en esa franja dinámica un fraseo mínimamente plausible.
En su reunión semestral, celebrada esta semana en el Palau de Les Arts de Valencia, Ópera XXI renovó su junta directiva, presidida en los dos últimos mandatos por el director de Festival de Peralada, Oriol Aguilà.
El trabajo de Francisco López es puro teatro.La concisión de la trama reducida a sus elementos esenciales -y, por ende, universales- proporciona una claridad a la historia al mismo tiempo que una condensación dramática impresionante.
La dificultad mayúscula de Rigoletto está precisamente en lo que dices: tener que mezclar sonoridades muy diferentes dependiendo su estado de ánimo a lo largo de toda la ópera y sumar a ello el ser deforme y cantar con esa dificultad añadida porque llevas una joroba pero hay que actuar como si esa joroba fuese un apéndice tuyo con la dificultad que ello conlleva.
La respuesta coral fue magnífica en términos de puro sonido, empaste vocal y dicción básica, a falta de mayores matices que tampoco le fueron exigidos por parte de la batuta
Maria José Moreno fue la encargada de encarnar a Lucia di Lammermoor manteniendo intactas sus cualidades como soprano lírico-ligera después de veinticinco años de carrera abordando dicho repertorio, una hazaña al alcance de muy pocas, aunque lógica en base a una técnica impecable y un profundo conocimiento del bel canto
Juan Jesús Rodríguez demostró tener una voz con un timbre y un potencial ideal para el repertorio de barítono verdiano, Sabina Puértolas compuso una Gilda de técnica impoluta y timbre tal vez un punto maternal, a la que dotó con su habitual musicalidad y naturalidad sobre el escenario.
Alfonso Romero entiende el personaje de Manon como icono de ansia de libertad femenina, como mujer adelantada a su tiempo, pero con ese desorden de muebles, de vestuario y de general anacronismo, el interés de la propuesta se va reduciendo a medida que va avanzando las casi tres horas de función y el espectador se va saturando visualmente con dicha monotonía conceptual.