La ópera muestra la tragedia de Billy Budd, la destrucción de la inocencia, que recorre las óperas de Britten como un leitmotiv.El condenado acepta su destino.Poco antes de morir, canta un himno de alabanza al capitán.
“Drei Männer im Schnee“ tiene un ritmo muy rápido.Una afirmación como "1933 será un buen año" (el del ascenso al poder del genocida Adolf Hitler), expone la exuberante fiesta de Nochevieja en la obra como un baile al borde del abismo.
Aunque Berlín seguía siendo prácticamente la capital hedonista del mundo en los dorados años '20 "Noticias del día" causó un pequeño escándalo en aquel entonces, lo que pone de manifiesto el cambiante clima político que reinaba ya en ese momento.
Para el final de la ópera Rech decide marchar por otro sendero, fuera del libreto original, algo que desde el punto de vista actual es por demás comprensible.El teniente B.F.Pinkerton no sobrevive a su infamia, para sorpresa del público (y especial regocijo de las damas presentes: “¡lo tiene merecido!“).
La versión de Thiel está bastante apegada al original y se inscribe en la nueva tendencia actual de representarla según aquel modelo arquetípico.El escenógrafo Dieter Richter prescinde del kitsch y de las consabidas imágenes de una España de tarjeta postal en su ambientación para pintar una imagen más verista de la historia.
Juno convence en esta puesta con una interpretación autoritaria y un rico registro de mezzosoprano.Diana también gana más protagonismo en esta versión.Mientras que en la opereta se lamenta en realidad de su mal de amores con el cazador Acteón, del que está secretamente enamorada, en esta versión confiesa que fue ella misma quien lo convirtió en ciervo, porque considera una impertinencia que él observara en secreto su baño.
La producción de Schmitt del Otello de Rossini es literalmente un redescubrimiento y desempolvamiento que enriquece el repertorio del universo operístico de Alemania.
En definitiva, los caballeros y las princesas medievales solo querían una cosa y la directora neerlandesa Jetske Mijnssen sabe de sobra cómo relatar este viejo cuento, ambientándolo en un pub irlandés en la década de 1960.
Los textos de Dvořák, cantados, declamados y recitados, son de un poder narrativo tan intenso que el público atónito, completamente atrapado por la trama, podría muy bien imaginar las diferentes situaciones cerrando los ojos y escuchando las voces junto con la sugestiva y apuntalante música, como la de una banda sonora cinematográfica.
La carrera de Weinberger habría sido probablemente muy otra de no haber subido al poder Adolf Hitler y su régimen genocida antisemita nazi en Alemania en 1933.En un momento en que Arnold Schönberg y Alban Berg buscaban un nuevo lenguaje para el teatro musical, Weinberg no mostraba la menor ambición por adaptarse a los signos de los tiempos y se mantenía fiel a los grandes modelos de Antonín Dvořák y Bedřich Smetana, a los que añadía algunos ásperos sonidos, como los de Leoš Janáček.