Michieletto dice en el programa de mano que ‘la embajada es un lugar anónimo que no inspira una fantasía’.Un banco tampoco suele inspirar mayor fantasía que una embajada y ciertamente no lo logró en esta puesta en escena donde se quiso dar vitalidad a través de la modernización de los diálogos y de la danza.
Esta puesta en escena la acción se ubica a mediados del siglo pasado en un hotel de Nápoles.No hay atuendos claramente turcos y no se ve el mar, pero es sin dudas Nápoles.Hay guiños al cine en la obertura, con títulos al modo de una comedia italiana de alrededor de 1950, proyección que luego muta en la visión de postales de Nápoles de la misma época.
La figura de la noche fue la Leonora de Anna Netrebko.Desde su entrada queda claro su nivel superlativo, su calidad de intérprete y su consumada teatralidad presente hasta en una versión semi-montada.
La puesta de Alfredo Arias se desarrolló en un único marco escénico que evoca los ‘teatros o anfiteatros anatómicos’ de las facultades de medicina de hace unos siglos.Aquí Tom Rakewell es el objeto de estudio.
Considerando las tendencias actuales de presentar las óperas en la luna, en una modernidad vaga, o plagadas de nazis, prostitutas, bajos fondos o militares corruptos sin ninguna causa que lo justifique, esta versión visual permitió la adecuada concentración en la música y el canto pero sin la fatiga que podría suceder en una versión de concierto de una obra de por sí extensa.
El elenco de cantantes, casi exclusivamente nacionales, fue de rara homogeneidad brillando individual y colectivamente, con el agregado de tener que sostener una propuesta exigente que obliga a interactuar y coordinar movimientos con proyecciones que no pueden ver, o cantar desde unos diez metros de altura sostenidos por arneses.
Netrebko deslumbró en todo momento como Floria Tosca y el público deliró tanto al final de su aria como al terminar la ópera.Baste como ejemplo de la efusión del público el aplauso espontáneo cuando entró en el escenario, del que solo hay referencias en los últimos 50 años del propinado a Renato Bruson ('Belisario' de Donizetti, 1981) y a Mirella Freni en ('Fedora', 1998)
La única subida a escena en el Teatro Colón de 'Les Pêcheurs de Perles' de Bizet, como 'I pescatori di perle', fue en agosto de 1913.Por fin, tras programarse -y cancelarse- en 2020 se satisfizo esta deuda del Colón con la ópera francesa.
El resultado de este 'Elisir' no defraudó, y fue la vuelta de la excelencia en un teatro de acústica perfecta y gran belleza, con un pasado glorioso pero un presente irregular
Poda planteó un concepto integral en el cual, en lugar de buscar aspectos histórico-referenciales en apoyo del libreto, decidió ofrecer un planteo abstracto, moderno, creativo, de imágenes de poderoso impacto