Discos
Espectacular Halka de Moniuszko
Raúl González Arévalo
Apenas hace dos meses que publiqué en estas páginas la reseña de la primera grabación de Straszny dwór (La casa encantada), el mayor éxito del fundador de la ópera nacional polaca, reeditada por Naxos. Cerraba el texto expresando un deseo: “Ahora a ver si me hago con Halka, el otro gran éxito de Moniuszko”. Y bien, deseo concedido, cortesía del Instituto Chopin de Varsovia, que ha tenido a bien enviar una copia de la que promete ser una de las integrales de ópera del año: la versión italiana de la otra obra maestra de Stanisław Moniuszko. Está claro que la celebración del bicentenario de su nacimiento le va a sentar muy bien discográficamente a un compositor que merece, sin duda alguna, mayor presencia en el circuito internacional.
Estoy convencido de que la obra tendrá una nueva oportunidad en esta ocasión no solo porque el italiano es más accesible al aficionado occidental que el polaco, sino también por la difusión que le dará la atención que le han prestado Fabio Biondi y su Europa Galante, un gran acierto por parte de todos los involucrados en el proyecto. Por lo pronto, han tomado la delantera al gran tenor polaco Piotr Beczała, que anunció hace un tiempo que protagonizaría una reposición del título este año en el Theater an der Wien. Sin duda su sola presencia merecería por sí sola otra grabación del título, aunque probablemente ya sea mucho pedir.
Como ya me extendí sobre las circunstancias musicales en la Polonia de Moniuszko y su formación musical en Berlín, además de la influencia de la ópera francesa e italiana cuando reseñé La casa encantada, en esta ocasión me voy a centrar directamente en la obra. Por lo pronto, las razones de la solidez musical de Halka quedan expuestas ya desde una obertura desarrollada, en la que se aprecia una instrumentación rica, densa y brillante. De la misma manera, el uso del coro, que siempre tiene un papel principal en la producción del polaco, un nacionalista que da voz al pueblo, es variado. Hay momentos brillantes, como el ingreso, alternando con otros más dramáticos como la compasión por la protagonista, engañada por el barítono.
Aunque la ópera está dividida en números formales y se identifican bien las arias, dúos y escenas de conjunto, hay una gran fluidez entre las piezas, lo que permite un desarrollo natural del discurso musical, sabiamente tratado para dar realce a los momentos más dramáticos, como la romanza de Gianni que inicia el primer acto o el estupendo clímax que concluye con el dúo y la escena coral del segundo acto. La agilidad de la acción se ve favorecida por la brevedad generalizada de las piezas. No es de extrañar que la ópera causara una buena impresión en su estreno en 1848 y arrasara en la revisión posterior de 1858, ampliada a cuatro actos. Después de que se publicara la reducción para voz y piano vio la luz una versión con el libreto en polaco y en italiano, traducida por el Jontek original y amigo del compositor, el tenor Giuseppe Achille Bonoldi. La grabación del Instituto Chopin supone su primicia mundial.
Respecto a la versión musical, cabe señalar que en esta ocasión Fabio Biondi contó con la preciosa experiencia de haber abordado el año anterior el Macbeth de Verdi en su versión primigenia de Florencia (1847), grabado asimismo en conjunción con su formación, la espléndida Europa Galante, y el Coro de Ópera de Polonia en Varsovia (Glossa). Sin duda, el director italiano pudo beneficiarse del conocimiento de la ópera italiana en la década de 1840 para detectar su influencia en el polaco y realzar su voz original. Biondi plasma una dirección muy vívida, con buen pulso, que avanza decidida por la partitura, sin caídas de tensión. A sus órdenes la orquesta suena perfecta, con una versatilidad al alcance de pocos conjuntos si se compara con los colores más oscuros que extrae de la partitura verdiana. Los metales y la percusión en particular refuerzan el impacto dramático de la instrumentación tan original. Aquí se nota la influencia de la escuela alemana, aunque la facilidad de la melodía vocal bebe en mayor medida de la tradición italiana.
La gran protagonista de la obra es la soprano que da título a la ópera. Superado el modelo recitativo-aria-cabaletta, Halka entra directamente con un aria de corte lírico y prosigue con un dúo con el tenor. El aria del segundo acto es prácticamente una plegaria, con una coda más brillante, coronada por un agudo de gran efecto. La escena final es la más original de toda la parte: el aria, de nuevo muy lírica, inicia con un solo de violín y prosigue con una cantinela a modo de plegaria. Pero donde Donizetti –cuya influencia es más patente en La casa encantada (especialmente en la brillante aria de Hanna con su coloratura)– habría concluido con una cabaletta de gran efecto, Moniuszko corta por las bravas, la protagonista se tira al río y la obra concluye con una breve escena coral en la que todos lamentan su suerte. Tina Gorina, formada en el Liceo de Barcelona, está desarrollando una sólida carrera con papeles de soprano lírica de coloratura, centrada en Mozart, Donizetti y Verdi, de modo que la versión italiana de Halka no le plantea problemas estilísticos. La voz no parece muy grande, pero se hace apreciar en cada intervención.
En el papel del tenor, Jontek, también resuenan los ecos del Donizetti maduro, especialmente del francés (Fernand de La favorite o Dom Sébastien) en el aria del segundo acto “Tu credi ancora al seduttore!”, que alterna frases líricas y otras más heroicas. Se beneficia en particular de una gran escena al comienzo del acto cuarto, con una gran solidez y vehemencia dramática, a lo que no es ajena la interpretación de Matheus Pompeu. A buen seguro no puede competir con la espléndida madurez de Beczała, ni la rotundidad del gran tenor polaco Bogdan Paprocki en la histórica grabación de 1965, pero realiza una interpretación honesta, con buenas intenciones y buenos resultados. El resto del reparto es igualmente sólido, destacando en particular el Alberto del bajo Rafał Siwek.
La edición, un lujoso estuche a modo de libro, incluye unas detalladas notas introductorias, el libreto en italiano, polaco e inglés –incluso las partes a las que no puso música en un color diferente– y biografías de los intérpretes. Halka vuelve por la puerta grande.
Comentarios