Recensiones bibliográficas
Claudio Abbado, el revolucionario silente
Juan Carlos Tellechea

Una nueva biografía sobre la genial figura de Claudio Abbado, quien fuera director principal de la Scala de Milán, la London Symphony Orchestra, la Wiener Staatsoper y la Berliner Philharmoniker, acaba de ser publicada por el dilecto periodista alemán Wolfgang Schreiber (Coblenza, 1939), ex miembro de la redacción del suplemento cultural del períódico Süddeutsche Zeitung. El libro de 322 páginas, titulado Claudio Abbado: Der stille Revolutionär (Claudio Abbado. El silencioso revolucionario) fue editado por la editorial C. H. Beck de Múnich.
Manejando un buen cúmulo de información, tanto directa, a través de diversos encuentros personales, como de fuentes secundarias, Schreiber traza un interesante retrato sobre la vida y la amplia obra de quien fuera asimismo director invitado permanente de la Wiener Philharmoniker y fundador de la European Community Youth Orchestra (1978) y más tarde de la Gustav Mahler Jugendorchester (1986) para la promoción de las nuevas generaciones de músicos.
A esos empeños seguirían después la Mahler Chamber Orchestra (1997) que serviría de base para la fundación de la Lucerne Festival Orchestra (2003) y de la Orchestra Mozart Bologna (2003/2004), con la que realizaría a su vez una labor de ampliación de la de Lucerna.
El 20 de enero de 2014 moría en Bolonia Claudio Abbado a la edad de 80 años. Su estancia en Berlín al frente de la Filarmónica a partir de 1994 no había estado exenta de tensiones. Su forma abierta de hacer música contrastaba con la de su antecesor, el autoritario Herbert von Karajan, y causaba resistencias en la célebre orquesta. En 2000 Abbado enfermó de cancer de estómago y en 2002 concluyó su labor con este colectivo, tal como lo había anunciado ya en 1998.
Giovanna Cavazzoni, la primera mujer de Claudio Abbado, recordaba muy bien, pese a su avanzada edad, a aquel joven músico milanés de 23 años que tras concluir sus estudios se aprestaba a dar un gran salto en su formación en Viena. Cavazzoni, entonces de 25 años, nunca había visto a un hombre tan inquieto y singular como él. De la espontaneidad de Claudio y de su manera realista de pensar realista hablaba a las claras un episodio que se le quedó grabado indeleblemente a Giovanna en su memoria.
Se habían citado frente a la catedral de Milán, donde Claudio, osado como siempre, le explicaba que si se trataba de modernizar las cosas, en el espacio que ocupaba el monumental Duomo cabrían hasta ocho canchas de tenis. Así era él. esbozaba algo y lo organizaba. Giovanna quería continuar siendo libre y viajó a Zúrich. Pero, poco después Claudio le siguió los pasos hasta la ciudad suiza y le explicó su plan: ¡Casémosnos! Tienes una noche para pensártelo.
El golpe de mano dió resultado: Giovanna y Claudio se casaron y ella lo acompañó a Viena, tuvieron dos hijos, Daniele (1958) y Alessandra (1960). En 1963 Claudio conquistaría Nueva York, ganaría el Premio Mitropoulos y el período de aprendizaje con Leonard Bernstein. En aquel entonces cambiarían nuestras vidas, evocaba Giovanna Cavazzoni. La pareja se separó en 1968. Su segunda mujer, Gabriella Cantaluppi, daría a luz en 1974 al tercer hijo de Claudio Abbado, Sebastiano. Además tendría otro vástago, Misha, con la violinista rusa Viktoria Mullova. Ambas mujeres residen hoy en Londres.
Tras las disolución del matrimonio con Claudio, Giovanna decidió consagrarse por entero a obras sociales y fundó en 1982 en Milán la organización VIDAS, dedicada a la atención y asistencia gratuita de enfermos desahuciados. Claudio la ayudó muchísimo en este proyecto, relata ella, a menudo con conciertos benéficos. Giovanna Cavazzoni murió en 2016 en la capital lombarda, dos años después de Abbado.
Entre las fuentes consultadas por Schreiber figuran músicos que trabajaron muy estrechamente con Abbado en la Filarmónica de Berlín, entre ellos, el ex concertino Kolja Blacher, el violonchelista Götz Teutsch y el oboísta Albrecht Mayer. El enfoque está más orientado hacia las personas que conocieron de cerca el trabajo del laureado director y no tanto hacia sus familiares o hacia su vida privada, si bien estos detalles biográficos más conocidos son también mencionados aquí.
Al principio de su carrera el joven Abbado vacilaba entre la docencia, la actividad como músico (pianista) o la dirección. Primero fue a Parma para enseñar música de cámara en el Conservatorio de esa ciudad durante dos años. Pero, el verdadero comienzo de su carrera se produjo cuando regresó a Europa, después de haber ganado el Mitropoulos y tras ser asistente de Bernstein en la Filarmónica de Nueva York.
Abbado dirigía un concierto en Berlín con la entonces Orquesta Sinfónica RIAS (Radio in American Sector). Karajan, sentado entre la audiencia, quedó tan convencido del talento de su joven colega que le confió la dirección de la Filarmónica de Viena en su Festival de Salzburgo; y así fue como se vió catapultado hacia los conciertos de gran formato.
La democrática elección de los Filarmónicos de Berlín para que Abbado sucediera a Karajan fue una gran sorpresa para el mercado musical. Había otros nombres importantes en la lista de candidatos. Pero los berlineses a menudo deciden, y lo hacen hasta el día de hoy, por el tipo opuesto al siguiente, apunta Schreiber. El taciturno Abbado fue seguido por el comunicativo Sir Simon Rattle y éste a su vez por el más retraído Kirill Petrenko. El contraste Karajan/Abbado fue una desmarcación brusca de la orquesta.
La Filarmónica de Berlín aspiraba a ampliar su repertorio con más música del siglo XX y Abbado, con la espontaneidad de la que era capaz y su experiencia, causó gran impresión con su forma de hacer música, con eso de dar todo en cada momento, Ese fue el impulso decisivo. En su primer día de trabajo hizo una aparición legendaria ante el centenar largo de músicos. Soy Claudio, les dijo, para todos. ¡Sin títulos!
Sin ínfulas, sin divismos, parco de palabras, Abbado es descrito como tímido y reservado y es en esta silente manera de ser en la que Schreiber cree ver lo revolucionario en su estilo, además de su compromiso político, nada común en absoluto entre directores de orquesta. Amigo de Luigi Nono, Abbado dirigió tres de sus grandes estrenos en Milán y Venecia. Con el pianista Maurizio Pollini realizó innumerables conciertos para obreros y campesinos, a menudo en áreas culturales muy pobres.
Ese compromiso político y el interés social de Abbado, considerado junto a Riccardo Muti uno de los sucesores de la tradición italiana encarnada por Arturo Toscanini y Victor de Sabata, se reflejaría también en las numerosas fundaciones de orquestas juveniles. Primero creó un joven conjunto en La Scala de Milán, luego vendrían, como mencionábamos más arriba, la Gustav Mahler Jugendorchester, la Orquesta Juvenil de la Comunidad Europea y más tarde la Orquesta Mozart en Bolonia. Además, trabaría una relación personal con Hugo Chávez y con Fidel Castro (a quien visitaría en Cuba), se involucraría con la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela, viajaría a ese país (en invierno, enfermo y en edad avanzada) y ensayaría con sus jóvenes integrantes.
Su capacidad para despertar en estas orquestas el máximo rendimiento provendría de esa inefable fuerza interior que poseía Abbado y de su íntima relación con la música. Lo más importante es el amor por la música, el entusiasmo por la música, afirmaría a Schreiber el director italiano, quien habría de experimentar y ejemplificar esta prédica durante toda su vida. Ella sería siempre la chispa de ignición para la consagracion por entero a la música en cada instante.
Los restos de Abbado descansan en el cementerio de la localidad suiza de Sils Maria, en el valle de Engadin (cantón de los Grisones), lugar de peregrinación de sus admiradores. El legado de Abbado (las partituras con sus anotaciones, la correspondencia profesional y su biblioteca personal) fue entregado para su conservación, gratuitamente y mediante contrato, a la imponente Staatsbibliothek de Berlín (cuyo edificio está situado precisamente enfrente, calle por medio, del de la Filarmónica de Berlín).
Comentarios
Espero que pronto este libro encuentre un buen traductor al español, mientras a esperar.
Me considero un privilegiado al haber podido compartir con Claudio momentos importantes de sus últimos años. Me trató con un cariño que jamás suponía de un personaje de tal categoría profesional. Demostró con mi familia la misma solidaridad que hacía patente cuando en su Joven Orquesta Gustav Mahler cualquier joven músico tenía problemas serios. Me contó como de la persona que más aprendió fue de su abuelo que siendo un joven lo subía a las montañas para explicarle cosas de la vida. Siempre recordaré dos frases que cotidianamente siempre tenía entre sus labios: "Siempre se aprende" y "en la música como en la vida hay que escucharse". Por estas razones, todos los años antes del 20 de enero, lo recuerdo en mi blog como si estuviese hablando con él. Gracias CLAUDIO!