Discos
Islas de glissandi, en un océano de ruido blanco
Paco Yáñez
Con el paso de los años, Kairos se ha convertido en el sello que, hoy en día, alberga el mayor catálogo discográfico dedicado al compositor italiano Pierluigi Billone (Sondalo, 1960), una de las figuras más importantes de la composición actual. Se trata de una serie de compactos que, además, han sido grabados por aquellos músicos no sólo a los que las sucesivas partituras habían sido dedicadas, sino que han trabajado las mismas mano a mano con el propio Billone de cara a estos registros, llevando a cabo exploraciones acústicas que nos conducen a los límites de las posibilidades tímbricas de cada instrumento. De ello eran un perfecto ejemplo los dos últimos compactos de Billone editados por Kairos, en los que nos encontrábamos con ITI KE MI (1995), Equilibrio. Cerchio (2014) y el tríptico Sgorgo (2012-13), partituras para viola y guitarra eléctrica en las que la búsqueda de nuevos sonidos en dichos instrumentos alcanzaba cotas verdaderamente sorprendentes; en el caso del Sgorgo, de la mano de Yaron Deutsch (fundador y director artístico del Ensemble Nikel).
Pues bien, con Yaron Deutsch nos reencontramos hoy, pues el guitarrista israelí es quien ataca, a dúo con el belga Tom Pauwels (guitarrista y asesor artístico del Ensemble Ictus), el que sería paso natural tras el tríptico Sgorgo: el que señala en el catálogo de Pierluigi Billone el dúo de guitarras eléctricas OM ON (2015). Es OM ON una obra de escucha difícil, que requerirá nuestra atención ya por el mismo hecho de las tan lejanas relaciones que se establecen entre los dos guitarristas, o por el largo tiempo que el sonido se toma para afianzarse, pues los primeros minutos apenas se conforman como un rumor indefinido de ruido blanco que llega desde lejos, como crepitaciones electrónicas o pulsos difícilmente reconocibles, hasta acabar confirmando que se trataba de una guitarra eléctrica el instrumento escuchado. Una vez afianzado el sonido instrumental, éste procede a un diálogo entre las guitarras que, como en piezas arquetípicas de Billone, como el dúo de clarinetes bajos 1+1=1 (2006), juega con la distancia y la cercanía física de ambos instrumentos, así como con la homofonía y la heterofonía, si bien atacadas desde el ruidismo, aunque en algunos momentos pareciera que las guitarras afianzasen algún tipo de lenguaje críptico de alturas, a modo de -como señala Tobias Schick en sus notas- un código Morse cifrado (cuando no, maullidos de gatos, como los que escuchamos en el minuto 25 de OM ON, con sus estiradas sonoridades en glissando, características de esta partitura en buena parte de su recorrido). Esas sonoridades se encuentran entre las más directamente referenciadas a un lenguaje tradicional de alturas, pues la partitura, en su mayoría, se desarrolla por medio de acoples y activaciones no convencionales de la guitarra que dan cabida, por un lado, a momentos intensamente rugosos; mientras que, por otro, a su dualidad en sonidos esfumados que parecen tendidos al infinito...
...y es que OM ON es una partitura que sintetiza polos opuestos, conformada como una sucesión de dualidades ya explícitas en el propio título de la obra, que tanto recoge el final del nombre de los guitarristas que aquí la tocan tOM y yarON, como se refiere al ON como antítesis del OFF, así como al OM en términos -tan afines a Billone- budistas, convocando un aspecto ritual, pues no poco de mantra tiene este dúo de guitarras tan próximo -según Tobias Schick- a lo holístico y a lo sagrado en la metafísica hinduista (algo que nos recuerda a otro dúo instrumental, al Mantra (1970) de Karlheinz Stockhausen). Por tanto, una vinculación entre sonidos concretos y una aspiración a la globalidad en la cual se juega el desarrollo técnico, estilístico y espiritual de una partitura en la que nos encontramos con el Billone (aunque conectado con esas esferas holísticas y filosóficas) más miniaturista, por la extremada concentración en la crepitación de elementos electrónicos mínimos, modulados con los pedales más allá de los acordes que resultan del todo evidentes en el rasgado de la guitarra. Todo ello, con una duración que, como las esporádicas apariciones de patrones en(tre) ambas guitarras, diríamos feldmaniana, pues sobrepasa los 80 minutos. Como en Feldman, a lo largo de esta oceánica inmersión en un sonido puro, despojado de todo discurso programático, nos abismamos a un continuo fluir de densidades, gestos, patrones, estructuras dinámicas y modulaciones desde las cuerdas a los pedales; desde una tradición que, volatilizada, queda en las cuerdas, al esfumado más violento y arrebatado por medio del pedal: fusión bien aquilatada de fuerzas de construcción y de 'destrucción' (destrucción que, en realidad, no es más que otro modo de construir, quizás, como diría Hans Werner Henze con respecto a la música de uno de los grandes referentes de Billone, Helmut Lachenmann, en 'negativo').
Como en la tarkovskiana 1+1=1, en OM ON el espacio es, igualmente, crucial; de ahí, que sea tan importante escuchar este disco en buenas condiciones; a poder ser, en un equipo con una adecuada separación de sus altavoces para poder ser partícipes de cada guitarra en su propia yoidad, así como en su diálogo y puentes tímbricos con el otro: esa unión de homogeneidad y heterogeneidad a la que antes nos referíamos, y que, como en el dúo de clarinete bajos, es fundamental para indagar los elementos cohesionadores y diferenciadores de la música, así como la plena ontología instrumental. Ello, a la par, manifiesta diferentes grados de energía en el gesto sonoro, por su proyección y expansión en el espacio que circunda a los músicos, independientemente de los rangos dinámicos y de los timbres atacados, pues si algo revela OM ON es el poder de activar su entorno, cual campos magnéticos, de ambas guitarras eléctricas. Es por la perseverancia de dichos campos magnético-guitarrísticos, por lo que el silencio se convierte aquí en una realidad (postcageanamente, habría que decir -tirando de otro compositor tan afín a Billone como John Cage-) imposible, pues un ruido blanco tramado por texturas electrónicas se encuentra siempre presente, cual lienzo sonoro desvelado, aunque su audición no sea en todo momento evidente: nueva razón para que la audición de una pieza como ésta se realice en las mejores condiciones posibles (preferentemente, por medio de los citados altavoces, pues puntualmente OM ON espolea nuestra escucha con unos fortísimos cuyos latigazos, recibidos con auriculares, nos podrían dejar hipoacúsicos, ya no sólo para percibir el tan sutil ruido blanco de fondo, sino para las muchas delicadezas que en las regiones medias del espectro acústico aquí se entreveran).
Si 1+1=1 nos remitía a Andréi Tarkovski, por medio de su cinta italiana Nostalghia (1983); aunque, a su vez, esas matemáticas metafísicas las tomaba, en primera instancia, el propio Tarkovski de Michelangelo Antonioni en su Deserto rosso (1964), OM ON se podría referenciar a la también tarkovskiana Солярис (Solaris, 1972), por cómo en un océano aparentemente informe y ajeno a la lógica humana se fraguan islas con sentido pleno, si bien efímero e insondable, ligado a unos arcanos como lo son los sonidos armónica y tradicionalmente referenciados (si la tradición no es, hoy en día, el propio ruido, sintetizado ya sea electrónicamente, ya acústicamente: hibridación que en la guitarra eléctrica tiene un punto de intersección privilegiado; de ahí, en buena medida, el interés que desde hace años Pierluigi Billone tiene por este instrumento). Así pues, si seguimos con Solaris, Yaron Deutsch y Tom Pauwels serían aquí los 'visitantes' que, enviados por ese océano de conciencia que es la potencia creativa de Billone, nos revelan sucesivos episodios en la materialización del tiempo y de su conciencia a través de las energías y sus gestos musicales; dos visitantes cuyos galones en esta música ni se cuestionan, pues estamos ante dos de los guitarristas con mayor experiencia (y excelencia) en la música artística del siglo XXI, así como en la obra del propio Billone. Escuchamos aquí, por tanto, la versión de referencia de OM ON, así como la que establecerá el canon de esta partitura de cara al futuro, por lo cual la recomendación del compacto es manifiesta, más allá de que no se trate, por empeño que le pongamos, de la partitura más atractiva de un Pierluigi Billone del cual en las próximas semanas daremos cuenta en nuestra sección discográfica de Face (2016), obra para voz y ensemble que, igualmente editada en disco por Kairos (0015040KAI), veremos depara un atractivo mucho mayor, así como una relación con la historia de la música del siglo XX tan explícita como interesante.
Como es habitual en los discos de Pierluigi Billone publicados por Kairos, las tomas de sonido se han cuidado al máximo; en este caso, con dos días de grabación en los estudios parisinos de La Muse en Circuit. Dado el refinadísimo trabajo que Yaron Deutsch y Tom Pauwels aquí realizan, ello es de la máxima importancia, sin pega alguna y con excelentes resultados, de audiofilia. Lo que se podría haber mejorado es el hecho de presentar el compacto en un solo corte, de 80:29 minutos de duración, lo que hace difícil acceder a las diversas partes de OM ON que uno quiera repasar; así que, como en el caso de tantos discos del antes citado Morton Feldman, se podían haber realizado algún tipo de cortes para facilitar el acceso a las diversas secciones de la obra. Por lo demás, estamos ante la típica edición de Kairos en digipak, con escuetas notas a cargo de Tobias Schick, biografías de compositor e intérpretes, ejemplos de la partitura y fotografías, todo ello redondeando un disco que quizás no esté entre lo más atractivo de Pierluigi Billone, pero que nos deja en la antesala de Face, una partitura que, como veremos próximamente por medio de su edición discográfica en Kairos, se encuentra entre las obras mayores de esta segunda década del siglo XXI.
Este disco ha sido enviado para su recensión por Kairos.
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