Discos

Plasticidad y metamorfosis del acorde

Paco Yáñez
lunes, 6 de diciembre de 2021
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Enno Poppe: Fett; Ich kann mich an nichts erinnern. Bernhard Haas, órgano. Chor und Symphonieorchester des Bayerischen Rundfunks. Susanna Mälkki y Matthias Pintscher, directores. Pia Steigerwald, producción ejecutiva. Jochen Fornell y Peter Urban, ingenieros de sonido. Un CD DDD de 54:47 minutos de duración grabado en la Herkulessaal der Residenz, Múnich (Alemania), los días 8 de mayo de 2015 y 5 de julio de 2019. BR-Klassik 900636.
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Tras su larga y fructífera etapa en el sello NEOS, las ediciones fonográficas del festival muniqués musica viva cambian de sello discográfico (aunque permanezcan en la misma ciudad: cosas del primer mundo musical), para pasar a ser comercializadas bajo la etiqueta BR-Klassik, sello de la radio que, desde 1948, coproduce el estupendo festival fundado en el otoño del año 1945 por Karl Amadeus Hartmann.

Fiel a esa vivacidad musical a la que su nombre nos invita, y manteniendo unos estándares de grabación, masterización y edición análogos a los que habíamos disfrutado previamente en NEOS, la Bayerischer Rundfunk nos ofrece ya sus tres primeros lanzamientos de musica viva en BR-Klassik, entre los que se incluyen algunos de los compositores más importantes de nuestro tiempo, como Rebecca Saunders, Mark Andre y Enno Poppe. Así pues, a lo largo de las próximas semanas nos iremos acercando a los dos primeros, mientras que hoy nos quedamos con el tercero, un Enno Poppe (Hemer, 1969) que es uno de los compositores alemanes más en boga del momento, así como uno de los directores más activos en el ámbito de la nueva música, aunque en las dos partituras recogidas en este compacto no haya sido él quien haya empuñado la batuta.

En la grabación de la primera de ellas, Fett (2018-19), fue la finlandesa Susanna Mälkki quien se hizo cargo de la dirección de un registro que se corresponde con el estreno alemán de una partitura orquestal que tuvo a la propia Mälkki como primera batuta: la de su estreno absoluto, el 10 de mayo de 2019, en Helsinki. Fett es una pieza para gran orquesta sin percusión cuyos primeros compases nos harán pensar, indefectiblemente, en Morton Feldman: una reminiscencia, la del norteamericano, ya señalada por Enno Poppe en la entrevista a través de la cual el compositor renano profundiza, en conversación con Michael Zwenzner, en sus dos obras aquí reunidas. En dicha entrevista, reconoce Poppe el uso extendido de patrones que en Fett realiza, y cómo a través de estos va expandiendo la materia armónica de su partitura, pues, aunque feldmaniana en su comienzo, el desarrollo de esos patrones inicialmente más esquemáticos se va adentrando en un universo microtonal que acaba por concitar nuevas improntas compositivas, entre las que destacaría la de Georg Friedrich Haas.

La influencia del compositor austríaco se hace más patente cuando los reiterativos patrones que caracterizan el comienzo de Fett se van ampliando progresivamente hasta formarse lo que Enno Poppe define como «glissandi de acordes», en los que estos se elongan dejando entrever su estructura interna, los microtonos que los conforman y que aquí se estiran cual plastilina musical, adquiriendo Fett una presencia plasmática muy atractiva. En esa constante expansión y contracción de la materia armónica, también se percibe una sonoridad que nos recordará a la de la respiración: la orquesta parece inspirar y espirar a través de sus resquicios microtonales, con una gran parquedad de materiales y ritmos, cuya restricción nos ubica en lo más esencial: en esa respiración que crea halos y auras en/desde la propia paleta orquestal, muy sugerentes y cromáticas, por la profusión de sus resplandores microtonales.

Otra característica netamente feldmaniana es la de la lentitud con la que se desarrolla Fett, pieza que, en esta versión muniquesa, dura 24:38 minutos; por tanto, prácticamente lo mismo que ese gran resplandor que supuso la última obra para gran orquesta del propio Feldman, Coptic Light (1986). Otra seña de identidad del genio neoyorquino improntada en Fett es la de su parquedad de materiales, sin que entre los desplegados aquí por la Symphonieorchester des Bayerischen Rundfunks sobresalgan virtuosismos ni atriles específicos, pues si algo hace Enno Poppe en Fett es compactar y densificar la orquesta de un modo impresionante; en todo momento, en un desarrollo cinético que hace que la partitura no se detenga ni un solo instante: pura evolución continua que alcanza el status de una disonancia perpetua, a través de las fricciones entre los acordes y los enormes glissandi que recorren la pieza.

A pesar de su sofisticación armónica, o de la continua metamorfosis de sus acordes, en función de sus rangos tonales y microtonales, así como de sus movimientos dinámicos, o de su naturaleza tímbrica (según los instrumentos que van abarcando), hay, asimismo, algo rudo y esencial en la sonoridad global de Fett, al tiempo que una obsesión por los perfiles de materiales muy definidos y monolíticos, algo que acerca esta partitura al universo de Giacinto Scelsi. La masividad del Scelsi orquestal también se alcanza, en Fett, por medio de lo que Enno Poppe define como «torres de acordes»: compases en los que el sonido orquestal crece notablemente y se verticaliza, ganando en mayor agresividad y presencia familias instrumentales como los metales, por lo que, a lo lejos, resuena el poderío de la orquesta xenakiana. Si en la música del griego, en ocasiones, aparecen destellos de un mundo antiguo, en Fett el propio Poppe reconoce la existencia de una melodía (que se expande apenas durante dos minutos) que, como una reliquia musical, proviene de sus universos pretéritos, tanto en el terreno orquestal como en el camerístico: una melodía de muy escaso recorrido, que acaba siendo sepultada por la verticalidad de los acordes y su plasmático desarrollo, alcanzando un final progresivamente acallado y sereno, que devuelve los tonos musicales de estos acordes al lienzo del silencio, rubricando una obra muy potente y bella, maravillosamente tocada por la Symphonieorchester des Bayerischen Rundfunks con Susanna Mälkki al frente.

Si en la primera obra recogida en este compacto Enno Poppe se colocaba en una senda (con todos los matices especificados) post-feldmaniana, en la segunda partitura, Ich kann mich an nichts erinnern (2005-15), el impulso vendría, al menos en lo coral, del propio Arnold Schönberg: alfaguara sin la cual una pieza como ésta sería impensable. Estamos ante una partitura para órgano, coro y orquesta de enorme formato, fruto de un sesudo trabajo por parte de Enno Poppe a lo largo de diez años: laboriosa composición que dio como resultado el estreno que aquí mismo se recoge, el que de Ich kann mich an nichts erinnern dirigió Matthias Pintscher, el 8 de mayo de 2015, en la Herkulessaal de Múnich, dentro del festival musica viva.

El título de la partitura nos remite a la poesía del escritor alemán Marcel Beyer tomada por Enno Poppe para la creación de esta enorme cantata coral que reúne hasta ciento veinte intérpretes sobre el escenario a lo largo de los 30 minutos que la obra duró en su estreno. En su desarrollo, se anticipa ya el trabajo orquestal en acordes que, años más tarde, fructificaría en Fett, si bien aquí no se alcanza la radicalidad ni la belleza de aquélla. Mientras, el coro invierte un tanto lo que podríamos esperar de un compositor como Enno Poppe, por cuanto prescinde mayormente de lo polifónico, para adentrarse en un trabajo homofónico que contrasta, precisamente, con la mayor riqueza tímbrica y armónica de la orquesta. Parte de la decisión de tomar lo cantado de un modo tan desnudo y parco viene dada por los propios materiales narrativos recabados por Enno Poppe, para dotar, así, de mayor inmediatez, inteligibilidad y golpeo a las palabras de Marcel Beyer y a su incursión en los espacios marginales de Europa, en el otro lado de lo que quizás otrora fue torre de marfil y, hoy, achacoso edificio al que le saltan las costuras por doquier.

Volviendo a la entrevista de Michael Zwenzner con la que, igualmente, se presenta en el libreto Ich kann mich an nichts erinnern, Enno Poppe nos dice de su cantata que es una pieza, en esencia, homofónicamente estructurada, a pesar de su carácter fragmentario en tantos momentos, aunque las progresiones de los acordes se desarrollen muy lentamente y unifiquen armónicamente la partitura (si bien no se llega a lo trabado que Fett será años más tarde), a modo de una gigantesca metamorfosis que, sin embargo, se hilvana en los pequeños detalles e iridiscencias de esos acordes, descendiendo hasta los octavos de tono. Otro aspecto que unifica a Ich kann mich an nichts erinnern en su conjunto es el hecho de que varios procedimientos de desarrollo de dichos acordes acontecen al mismo tiempo, en paralelo, lo que confiere gran coherencia la partitura (especialmente, a nivel orquestal), de forma que una (misma) gran masa armónica va cambiando por medio de los diversos parámetros y modulaciones de dichas construcciones del acorde. La extensión de dicha técnica de acordes-en-metamorfosis a lo coral supone —de acuerdo con Poppe— una dificultad añadida para el coro, cuyos cantantes —afirma— es fácil que se sientan perdidos ante esta desestabilización de sus referentes tonales, por lo que una buena afinación constituye, aquí, tanto una necesidad imperiosa como una auténtica brújula para moverse por estos arrabales poético-musicales.

Por último, Enno Poppe dedica unas palabras al papel del órgano en Ich kann mich an nichts erinnern, afirmando que se trata de un instrumento simbólico, así como su mayor reto como compositor en esta pieza; especialmente, en lo referido a la combinación de los colores de la orquesta y los del órgano. No se trata, sin embargo, de que ambos se complementen o extiendan mutuamente, sino de un marcado contraste en el que el órgano se mantiene estático, mientras la orquesta resplandece en acordes de octavo de tono, a pesar de que ambos comparten una entonación y un timbre que Poppe dice físicamente muy cercanos. Esta diferenciación en la forma de moverse ambos medios instrumentales resulta, a pesar de estar referida a centros de gravedad tonales, muy moderna y aristada, por cómo el órgano aparece, tan severo y cortante. El final de la obra, de hecho, resulta lo más interesante en términos organísticos, con su mayor independización y desenvoltura, que parece trascender los acordes y apuntar hacia disonancias prácticamente en los terrenos del dislate musical.

Ello es parte de un final que Michael Zwenzner y Enno Poppe definen como misterioso y críptico (en correspondencia con el texto de Marcel Beyer, con esos neumáticos que se pierden en la distancia, cual la propia música, que se va desinflando). La lectura del organista Bernhard Haas y del coro y la orquesta de la Bayerischen Rundfunks resulta espléndida, a pesar de las dificultades hasta aquí citadas, concitando numerosos ecos que recorren la música del siglo XX. En conjunto, resulta una obra interesante por cuanto reverberan a lo largo de su audición, aunque, en global, Fett me parece lo más logrado de este disco, así como lo más singular dentro del catálogo de Enno Poppe.

Por lo que a las grabaciones se refiere, ambas son muy buenas, a pesar de la complejidad de dar cuenta en disco de las refinadísimas estructuras armónicas de estas obras. El libreto mantiene, en su interior, muchas de las líneas de diseño ya conocidas en NEOS, resultando muy completo en cuanto a información de cada obra (de las que especifica, incluso, su instrumentación detallada), así como las respectivas biografías y las entrevistas varias veces mencionadas, tan útiles para comprender mejor la tensa plasticidad de estas metamorfosis de los acordes a las que Enno Poppe nos invita en su debut en la serie musica viva del sello BR-Klassik. Nuestras próximas visitas a las ediciones del festival muniqués dedicadas a Rebecca Saunders y a Mark Andre nos depararán, ya se lo adelanto, momentos de verdadero deslumbramiento artístico y musical.

Este disco ha sido enviado para su recensión por BR-Klassik.

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