Francia

Idomeneo, rey del sopor

Jesús Aguado
martes, 12 de julio de 2022
Miyagi, Idomeneo © 2022 by Jean Louis Fernandez Miyagi, Idomeneo © 2022 by Jean Louis Fernandez
Aix-en-Provence, miércoles, 6 de julio de 2022. Théâtre de l'Archevêché. Idomeneo, Re di Creta. Giambattista Varesco, libreto. Wolfgang Amadé Mozart, música. Satoshi Miyagi, puesta en escena. Junpei Kiz, decorados. Kayo Takahashi Deschene, vestuario. Yukiko Yoshimoto, iluminación. Akiko Kitamura, coreografía. Michael Spyres, Idomeneo. Anna Bonitatibus, Idamante. Sabine Devieilhe, Ilia. Nicole Chevalier, Elettra. Linard Vrielink, Arbace. Krešimir Špicer, Gran Sacerdote. Alexandros Stavrakakis, Voce di Nettuno. (Voz grabada). Coro Pygmalion, con la participación del Coro de la Ópera de Lyon, Orquesta Pygmalion. Raphaël Pichon, dirección musical. Nueva producción del Festival d’Aix-en-Provence en coproducción con L'Opéra national du Capitole De Toulouse.
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Cuenta Raphaël Pichon en uno de los vídeos publicados en la página del Festival d’Aix-en-Provence de este año, que para él Idomeneo es una obra maestra, llena de acción, sentimientos y pasión, una especie de epítome de la ópera seria en la que por fin las coloraturas están puestas al servicio de la expresión y no del puro lucimiento vocal. Además, fue creada para Múnich con unos medios excepcionales para la época, entre ellos la orquesta de Mannheim. Con todo ello, y con la enorme admiración que siento por el director, responsable de algunos de los mejores momentos musicales que se han vivido en las últimas ediciones del festival, acudí al Théâtre de l'Archevêché dispuesto a dejarme arrebatar por ese Mozart tan poco (lo confieso) conocido por mí y por ese estallido de pasión y música que Pichon anunciaba. 

Cuál no sería mi sorpresa, al principio, y mi casi enfado, al final, cuando constaté que el director francés se dedicó a hacer exactamente lo contrario, es decir, a eliminar casi quirúrgicamente cualquier atisbo de vida en los personajes. Tempi lentos, una sensación casi contemplativa en los recitativos, larguísimas cadencias vocales en las arias (momentos en los que la orquesta calla y el cantante luce su voz a placer), que tal vez fueran práctica habitual en la época pero no lo son hoy en día, y que fundamentalmente contribuyen a que todo sea mucho más largo y farragoso, un empeño constante en buscar el pianissimo más pianissimo de todos los pianissimi, cayendo con frecuencia en lo puramente melifluo. A esa impresión de estatismo musical súmenle la impresión de estatismo escénico de la producción de Satoshi Miyagi, y aquello más que una ópera de Mozart parecía una liturgia particularmente ortodoxa con los oficiantes subidos a altas plataformas vestidos con kimonos, todo muy zen. 

Mozart, Idomeneo, Re di Creta. Raphaël Pichon, dirección musical. Satoshi Miyagi, producción escénica. Festival de Aix-en-Provence 2022. © 2022 by Jean Louis Fernandez.Mozart, Idomeneo, Re di Creta. Raphaël Pichon, dirección musical. Satoshi Miyagi, producción escénica. Festival de Aix-en-Provence 2022. © 2022 by Jean Louis Fernandez.

En fin, por seguir con lo musical, no es que la Orquesta Pygmalion sonase mal, simplemente es que el rumbo que eligió esta noche Raphäel Pichon fue el que fue, y por eso el sonido no fue el impecable espejo que suele ser el conjunto tocando Mozart, sino que resultó mucho más blando y estático. Y casi se podría decir lo mismo de todas las voces, lastradas por la dirección musical de Pichon y la escénica de Miyagi. Todos sabemos que Sabine Devieilhe canta como los ángeles, pero si además aparece vestida de blanco (y al estilo occidental, luego volveremos a ello) subida a una plataforma de dos metros que se desplaza por todo el escenario sin que se le permita la más mínima gesticulación, y encima ha decidido participar en el concurso organizado por Pichon, titulado “Mis pianissimi son mucho más pianissimi que tus pianissimi, dónde vas a parar”, pues ya no es que sonara como los ángeles, sino que parecía auténticamente uno de inmaculada pureza cantando Donizetti como si fuera Mozart, o al revés, vayan ustedes a saber. La voz sigue siendo tan hermosa como siempre, eso sí, pero entre Pichon y Miyagi la despojaron de toda humanidad. 

No le fue mucho mejor a Michael Spyres en cuanto al tratamiento sufrido por ambos directores: interpretó prácticamente toda su parte también encaramado a otra plataforma móvil, sin utilizar apenas más que los músculos necesarios para emitir la voz. Para ser honestos, hay que reconocer que su famosa aria “Fuor del mar” tiene coloraturas terroríficas, más propias de una voz de soprano que de una de tenor. Pero, también para ser honestos, hay que reconocer que Spyres ayer no las hizo bien. Sonaron inexactas, emborronadas. Tampoco su participación en la orgía de sobreagudos pianissimi fue convincente: como les sucede a muchas voces masculinas, el ataque en piano en la zona aguda es muy problemático, pues el primer sonido que se emite no tiene color ni calidez alguna, y su afinación es muy discutible hasta que se afianza y saca un color más tenoril o baritonal, según el caso. El problema es que Spyres recurrió a ese efecto demasiadas veces a lo largo de la noche (imagino que aconsejado por Pichon, ya que todos los cantantes hicieron lo mismo), y el resultado fue deslucido. Estaba claro que ayer su fuerte estaba en el registro más guerrero y apasionado, pero todo en la producción le llevaba al extremo contrario. 

Mozart, Idomeneo, Re di Creta. Raphaël Pichon, dirección musical. Satoshi Miyagi, producción escénica. Festival de Aix-en-Provence 2022. © 2022 by Jean Louis Fernandez.Mozart, Idomeneo, Re di Creta. Raphaël Pichon, dirección musical. Satoshi Miyagi, producción escénica. Festival de Aix-en-Provence 2022. © 2022 by Jean Louis Fernandez.

Anna Bonitatibus era Idamante, el hijo de Idomeneo. Créanlo o no, cantó toda su parte subida a una plataforma móvil y sin mover un músculo. Pese a ello, y a que también tuvo su ración de pianissimi, al ser una mezzo salió mejor parada, pues no resultó tan incorpórea como su amada Ilia (Sabine Devieilhe). La voz sonó plena y carnosa, aunque en cuanto a expresividad tuvo que conformarse con lo que había, pero insisto en culpar de ello, como con el resto de cantantes, a los directores musical y escénico, decididos a presentarnos a los personajes como hieráticas estatuas en lugar de como seres humanos. 

De los cuatro protagonistas, fue la Elettra de Nicole Chevalier la única que no se vio sometida a la maldición de las plataformas móviles. Si bien sí que apareció puntualmente en lo alto de una, en gran parte de su papel pudo moverse por el escenario, supongo que porque es la mala, y las malas no son dignas de ser adoradas en altas plataformas, o igual es porque simbólicamente no pintaba nada allí subida, vayan a saber. Como además, su papel es probablemente el que más garra tiene, suyo fue el triunfo de la noche, y de hecho el único gran aplauso sincero e improvisado durante la representación fue para ella. 

Mozart, Idomeneo, Re di Creta. Raphaël Pichon, dirección musical. Satoshi Miyagi, producción escénica. Festival de Aix-en-Provence 2022. © 2022 by Jean Louis Fernandez.Mozart, Idomeneo, Re di Creta. Raphaël Pichon, dirección musical. Satoshi Miyagi, producción escénica. Festival de Aix-en-Provence 2022. © 2022 by Jean Louis Fernandez.

También el Arbace de Linard Vrielink se libró de las plataformas, afortunado él. Tiene únicamente un aria en la que demostró una buena voz de tenor mozartiano, que hacía recordar a un Don Ottavio o a un Ferrando. Por desgracia, también había comprado papeletas para el sorteo del premio al pianissimo del año, y en la cadencia de su aria se subió no a una plataforma, sino a alguna esfera celestial con un sobreagudísimo completamente innecesario. Krešimir Špicer fue un Gran Sacerdote eficaz, con una amplia voz de timbre no demasiado grato. 

El coro Pygmalion es espléndido, canten de pie, de rodillas, tumbados en el suelo, desde dentro del escenario, o subidos a un andamio, que creo que fue lo único que les faltó por hacer ayer, y no sería por falta de sitios a los que trepar. Y Alexandros Stavrakakis era la voz de Neptuno, pero no tuvimos la suerte de verle, no ya en escena, pues su voz se escucha desde dentro, pero ni siquiera en los saludos, ya que su voz estaba grabada. Su intervención se hacía a través de un aparato de radio, trasunto, imagino, de la de Hirohito, al anunciar a su pueblo la rendición, y enlazamos así con el asunto de la producción escénica.

La acción de Idomeneo transcurre al terminar la guerra de Troya. Ilia es hija de Príamo, es decir, una princesa troyana que se ha refugiado en Creta. El director de la producción, Satoshi Miyagi, ha decidido trasladar la acción supuestamente del final de la guerra de Troya al final de la Segunda Guerra Mundial. A estas alturas, comprenderán que estas transposiciones temporales no asustan a nadie. Pero el problema de la producción de Miyagi es que es tan orientalizante en cuanto a la gestualidad y a la organización escénica, que resulta casi paralizante. Es obvio que los personajes de la ópera seria suelen ser arquetípicos, héroes, dioses, reyes. Pero normalmente somos capaces de ver en ellos algo de humanidad. Y Miyagi nos lo roba. Intenta suplir esa gestualidad con los movimientos de las plataformas, o incluso con los del coro. Algunos efectos eran realmente hermosos: la sombra de las furias proyectándose tras Electra, o la imagen de destrucción que forman los grandes paneles cuando finalmente se giran. Pero no era suficiente: aquello, insisto, parecía un ceremonial arcano y remoto en el que nada resultaba cercano. El distanciamiento era total. El público respondió con una mezcla de aplausos y abucheos, pero los abucheos fueron bien sonoros y nada tímidos. Una puesta en escena hermosa pero fallida. Una noche fallida, en general. Un Idomeneo soporífero. 

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