Estudios fonográficos
Escuchando el concierto en la menor de Shostacovich
José A. Tapia Granados
El siglo XX produjo en el género del concierto para violín y orquesta una larga serie de composiciones que nada tiene que envidiar a la profusa colección de obras maestras que encabezadas por los conciertos para violín de Beethoven, Mendelsohn, Brahms, Dvorak y Chaikovski nos legó el romanticismo del siglo XIX. Los muchos conciertos para violín del siglo XX cubren todo un espectro estético, desde los posrománticos, más o menos "trasnochados", de Glazunov, Gliere, Konus, Korngold o Jachaturián, hasta las obras "vanguardistas" de Berg, Schoenberg, Weill, Schnittke o Dutilleux. En una zona intermedia entre los innovadores vanguardistas y los posrománticos de la retaguardia estarían por ejemplo los conciertos de Bartók, Prokofiev y Penderecki y probablemente ahí habría que situar también los dos conciertos para violín que escribió Shostakovich. De esos dos conciertos para violín, Nº. 1 en La menor, Op. 77/99, y Nº. 2 en Do sostenido menor, Op. 129, solo el primero ha pasado a formar parte del repertorio. En este artículo se mencionan algunos aspectos de ese concierto y se comentan algunas de las muchas grabaciones del mismo hoy accesibles.
Estrenado el 29 de octubre de 1955 por David Oistrakh y la Filarmónica de Leningrado bajo la dirección de Evgueni Mravinski, el Primer concierto para violín y orquesta de Shostakovich fue catalogado originariamente como Op. 77, pero en la partitura publicada en 1956 apareció como Op. 99. De hecho, el concierto había permanecido varios años archivado, ya que Shostakovich lo había comenzado a componer en 1947 y lo había completado en 1948, justamente en la época en que las presiones del Partido Comunista sobre los artistas de la URSS se intensificaron tras el periodo de relativo relajamiento durante la segunda guerra mundial. Fue precisamente mientras Shostakovich componía ese concierto cuando la Unión de Compositores pasó la resolución que condenaba a Shostakovich, Prokoviev, Miaskovski y otros como compositores “formalistas” que al parecer se obstinaban en no componer de manera aceptable para las masas proletarias.
El concierto tiene cuatro movimientos, que llevan los títulos de Nocturno, Scherzo, Passacaglia y Burlesca, con indicaciones dinámicas respectivas de Adagio, Allegro non troppo, Andante y Allegro con brio. Aunque esto parece sugerir una estructura cuatripartita y ritmos alternados lento-rápido-lento-rápido, en realidad la estructura es más compleja porque al Passacaglia sigue sin interrupción la cadenza y esta se prolonga sin solución de continuidad en el Allegro con brio final, con lo que el concierto tiene realmente tres bloques claramente diferenciados: el primero firmado por el Nocturno/Adagio, lento y meditativo; el segundo constituido por el Scherzo/Allegro non troppo, que a pesar de su indicación dinámica de “no demasiado alegre” es vertiginoso en todas las versiones; finalmente, el tercer bloque es el más complejo, ya que realmente tiene a su vez tres partes, primero el Passacaglia/Andante, luego la cadenza, claramente diferenciada, y finalmente el Burlesca/Allegro con brio final, en el que culmina la obra con una enorme pirotecnia.
Si el Nocturno inicial crea un ambiente de profunda intimidad que es claramente roto por el Scherzo que le sigue, es en el tercer bloque de la obra donde la obra alcanza su culminación expresiva, ya que el Passacaglia y la cadenza crean progresivamente una enorme tensión emocional, que se libera de forma casi explosiva en el Allegro con brio final. Para el compositor polaco Krzysztof Meyer este concierto es en realidad una sinfonía para violín y orquesta que contendría algunos de los pasajes más trágicos de la música de Shostakovich. El Passacaglia tendría un carácter “lindante con el pathos” que no se habría manifestado hasta entonces en la producción del compositor. Esta opinión de Meyer quizá no tiene en cuenta la Sinfonía No. 4, que no fue estrenada hasta 1961, aunque había sido compuesta 25 años antes, y que contiene pasajes de un contenido trágico completamente parangonables con los del primer concierto para violín. Para Isaak Glikman, el musicólogo amigo personal de Shostakovich, la profundidad trágica del Pasacaglia es equiparable a la del Largo de la Sinfonía No. 5, que Shostakovich había escrito diez años antes.
Este concierto fue probablemente una de las pocas obras de Shostakovich que encontró desde su estreno una recepción favorable sin excepciones, de público y crítica. Que se ha convertido en obra principal del repertorio violinístico actual es evidente por la abundancia de grabaciones recientes del mismo, así como la reedición de versiones publicadas en discos de vinilo hace décadas y que vuelven a lanzarse al mercado ahora en soporte digital. En comparación con el Concierto No. 2, compuesto veinte años después, el No. 1 ocupa claramente el primer lugar en las preferencias del público y la crítica. Mientras que el No. 1 se halla a menudo en los programas de las salas de concierto, el No. 2 se interpreta raramente y también se ha grabado mucho menos. Así, por ejemplo, en el servicio de venta por correo Arkivmusic, del Concierto No. 1 hay a la venta 69 grabaciones, mientras que del No. 2 solo hay 28. En la Biblioteca Musical Naxos (Naxos Music Library), que a la fecha contiene casi 80.000 discos, hay menos de una docena de versiones del concierto No. 2, mientras que del concierto No. 1 la misma fuente enumera 49 versiones (bien es cierto que en realidad son menos, ya que en esas 49 versiones hay versiones repetidas en distintas ediciones de la misma grabación, así como discos de las lamentables recopilaciones tipo “lo mejor de” en las que se incluye algún cacho de la obra.
Frente a la ingente masa de versiones hoy accesibles, cualquier revisión de la discografía ha de ser fragmentaria e incompleta y la que aquí se hace no pretende no serlo. El concierto siempre estuvo vinculado a David Oistrakh, que lo estrenó en Leningrado y lo diseminó pronto en occidente. Las versiones de David Oistrakh constituyen en cierta forma un canon interpretativo. Las que conozco, por ejemplo con la Filarmónica de Leningrado dirigida por Evgueni Mravinsky y con la New Philarmonia dirigida por Maxim Shostakovich, están actualmente disponibles en el mercado en CDs editados por diversos sellos discográficos. Ambas siguen un patrón interpretativo muy similar, es difícil hallar diferencias significativas entre ellas. Las dos fueron grabadas en vida del compositor y probablemente bajo supervisión directa o indirecta del mismo. Hay también versiones de Oistrakh con Mitropoulos y otros directores, que no conozco, pero que muy probablemente serán como mínimo aceptables.
Aunque el concierto ha sido interpretado por muchos violinistas “occidentales” afamados, a juicio de quien esto escribe las mejores versiones suelen ser las de violinistas “orientales”, mucho menos conocidos, procedentes de los países de la antigua URSS. Así, por ejemplo, la versión de Itzhak Perlman con la Filarmónica de Israel dirigida por Zubin Mehta (EMI 0077774981453) es de las menos recomendables, con una orquesta “gritona” y un fraseo francamente feo del solista en el Nocturno. La versión de Nadja Salerno-Sonnenberg con la Sinfónica de Londres dirigida por Maxim Shostakovich (EMI D125252) es relativamente digna, pero interpretativamente está a kilómetros de distancia de las versiones “rusas”. La violinista ítalo-estadounidense tiene toda la técnica necesaria para las piruetas de los movimientos rápidos del concierto, pero en el Nocturno y sobre todo en el Passacaglia hay una tragedia que no es la suya. Mucho peor es lo que se puede decir de la versión de Leila Josefowicz con la Sinfónica de la Ciudad de Birmingham, dirigida por Sakari Oramo (Warner 825646299768). En esa versión se aprecian problemas de técnica ya en el Nocturno y el Pasacaglia suena deslavazado, carente de dirección. Caso distinto es el de Ruth Palmer con la Orquesta Philharmonia, dirigida por Benjamin Wallfisch (Quartz Music QTZ2045). Esta grabación al parecer fue gestionada por la misma violinista, que desesperada por no ser contactada por ninguna empresa discográfica pese a sus méritos demostrados en el circuito artístico, contrató la orquesta y los servicios de grabación para poder tener un disco en el mercado. El resultado es precisamente un acompañamiento orquestal que parece bastante ramplón. Aunque Palmer evidentemente tiene empatía con la obra y consigue momentos estelares, en otros la técnica le falla y en conjunto su versión está a distancia de otras. De hecho, entre las violinistas, la versión de Sarah Chang con la Filarmónica de Berlín (EMI 0094634605359) es con mucho la de elección, tanto desde el punto de vista técnico como desde el punto de vista interpretativo. La coreana parece haber entendido al compositor ruso mucho mejor que las anglosajonas, y la orquesta berlinesa hace un acompañamiento excelente bajo la dirección de Simon Rattle.
De todas formas, como ya se dijo, las mejores versiones son las que vienen del Este. Muy buena por ejemplo es la de Oleh Krysa con la Sinfónica Nacional de Ucrania dirigida por Theodore Kuchar (Amadis 7194). Krysa fue discípulo de David Oistrakh y sigue los pasos del maestro, aunque usa su propio criterio. Equiparable en calidad es la versión del armenio Sergey Khachatryan, con la Orquesta Nacional de Francia dirigida por Kurt Masur (Naive V5025). El violinista armenio demuestra una técnica excelente y una comprensión de la partitura que alcanza momentos de una frialdad pavorosa en el Passacaglia. Sobre ese paisaje helado destaca mucho más el enorme contenido emocional que estalla en ese movimiento una y otra vez. Excelente también la versión de Dmitry Sitkovetsky con la Sinfónica de la BBC dirigida por Andrew Davis (Virgin 0077775960150). Quizá algo menos recomendable pero también muy buena es la versión de Ilsa Kaler con la Sinfónica de la Radio Polaca dirigida por Antoni Wit (Naxos 8.550814). Una vez más Naxos pone a disposición del público una versión que no tiene nada que envidiar a las de solistas y orquestas superfamosos, pero a precio mucho más accesibles. La excepción entre los rusos parece la del siberiano nacionalizado belga Vadim Repin, que con la Orquesta Halle dirigida por Kent Nagano (Erato 706301069660) produce una versión con gestos de técnica ostentosa y errores de planteamiento, como un fraseo casi en stacatto en pasajes del Nocturno que parecen reclamar a gritos un tratamiento mucho más “cariñoso”. La versión del noruego Arve Tellefsen con la Royal Philharmonic dirigida por el finés Paavo Berglund (Simax PSC1159) es aceptable, pero en el Nocturno al solista parece faltarle la pasión y la fuerza emocional que tienen otras versiones.
Un caso a comentar aparte es la versión de Michael Erxleben con la Sinfónica de Berlín dirigida por Claus Peter Flor (Berlin 0013732BC). En esta versión el Nocturno llega a los 15 minutos y el Pasacagglia pasa de 20, cuando en las demás versiones que aquí se comentan el Nocturno suele durar alrededor de 12 minutos y el Passacaglia casi nunca pasa de 14, a lo más 15. Mientras que en las diferentes versiones comentadas al concierto suelen faltarle algunos minutos para llegar a los 40, en esta versión de Michael Erxleben y Claus Peter Flor la obra dura en total 47 minutos. De todas formas, es evidente que en esta versión la lentitud de los movimientos impares que hace que la obra se eternice es una opción consciente de solista y director que, por otra parte, marcan con un ritmo endiablado el Scherzo y la Burlesca final. A pesar de que probablemente son injustificables las diferencias de duración con el promedio de las demás, esta versión podría partir de una lógica distinta que quizá pueda ser válida. Sin consultar una partitura y atender a las marcas metronómicas sería aventurado decir sin más que esto está mal. Aunque probablemente lo está, tanto más cuando, como explicaron una vez Christopher Rowland y Alan George, Shostakovich a menudo interpretaba sus propias obras mucho más rápido de lo que indican las marcas metronómicas de la partitura. Si tal es el caso, entonces quizá pueda ser no solo aceptable, sino susceptible de ser declarada versión de elección la versión de tan solo 34 minutos de duración de Yulian Sitkovetsky, con Aleksander Gauk dirigiendo la Sinfónica de la Radio de la URSS. Me interesé en oír esa versión al leer comentarios de David Oistrakh y de Yehudi Menuhin que al parecer afirmaron en tiempos que Yulian Sitkovetsky era un violinista excepcional. El tal Yulian Sitkovetsky, padre de Dmitri Sitkovetsky, fue un violinista ruso-ucraniano que murió joven de cáncer de pulmón, en 1958, con solo 33 años de edad. La versión del concierto, grabada en directo hace casi ya medio siglo y puesta en el mercado no hace mucho como CD, junto con el concierto para violín de Khachaturian (Artek AR-0031-2) tiene todos los defectos imaginables, toses y ruidos diversos y el típico ruido de fritura de las versiones viejas. Pero todo eso es como una leve pátina que no consigue empañar el brillo de Sitkovetsky, que en esta música parece revelarnos toda la pasión de la existencia humana y que cuando hay que correr y hacer fuegos artificiales deja atrás a todos los demás. A juicio de quien esto escribe, esta es una versión prodigiosa.
Todas las versiones aquí comentadas están disponibles en la biblioteca Naxos, excepto la versión de Nadja Salerno-Sonnenberg y las dos versiones de David Oistrakh que comento a partir de discos que están en mi discoteca. Pero en la biblioteca Naxos hay también versiones del concierto a cargo de Gustav Schmahl, Yossif Ivanov, Stoika Milanova, Vladimir Spivakov, Lydia Mordkovitch, Steven Staryk, Dmitri Kogan, Catherine Manoukian, Sasha Rozhdestvensky, Latica Honda-Rosenberg, Daniel Hope y Maxim Vengerov, así como varias versiones de David Oistrakh con diversas orquestas y directores. A esa Biblioteca Naxos en EEUU puede accederse a través de diversas instituciones docentes o, individualmente, pagando una suscripción mensual de 20 o 30 dólares. Para quienes compren al menos un CD cada dos meses, una suscripción no parece demasiado cara. Al menos en lo que hace a este Concierto para violín No. 1 de Shostakovich, la Biblioteca Naxos pone hoy al alcance de cualquiera que tenga acceso a ella una riqueza de versiones con la que no podría ni soñar el más asiduo aficionado en toda una vida de asistencia a conciertos.
Fuentes
Meyer, K. Shostakovich: Su vida, su obra, su época (trad. A. Berasain). Madrid: Alianza editorial, 1995.
Rowland, C. y A. George. "Interpreting the String Quartets". En Shostakovich: The man and his music, comp. de C. Norris. Londres: Marion Boyars, 1982, pp. 13-46.
Wilson, E. Shostakovich: A life remembered. Princeton: Princeton University Press, 1994.
Story of a friendship: The letters of Dmitri Shostakovich to Isaak Glikman with a commentary by Isaak Glikman (trad. Anthony Phillips). Ithaca, NY, Cornell University Press, 1993.
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