Alemania

Lástima que fuese una puta

Juan Carlos Tellechea
lunes, 25 de febrero de 2019
Schade, dass sie eine Hure war © Deutsche Oper am Rhein Schade, dass sie eine Hure war © Deutsche Oper am Rhein
Düsseldorf, sábado, 16 de febrero de 2019. Deutsche Oper am Rhein Düsseldorf/Duisburg. Ópera de Düsseldorf. Estreno mundial. Schade, dass sie eine Hure war (Lástima que fuera una puta), ópera en cinco actos de Anno Schreier (Aquisgrán, 1979), con libreto de Kerstin Maria Pöhler, basado en el drama Tis Pity She's a Whore del escritor y poeta inglés John Ford (Ilsington/Devon, 1586 – c. 1639), estrenada mundialmente este sábado 16 de febrero de 2019. Régie David Hermann. Escenografía Jo Schramm. Vestuario Michaela Barth. Iluminación Tobias Löffler. Dramaturgia Hella Bartnig. Intérpretes: Lavinia Dames (Annabella), Jussi Myllys (Giovanni), Günes Gürle (Florio, su padre), Bogdan Taloş (monje), Richard Šveda (Soranzo, un noble), Sergej Khomov (Grimaldi, un soldado), Florian Simson (Bergetto, un burgués de Parma), David Jerusalem (Richardetto, un supuesto médico), Sarah Ferede (Hippolita, esposa de Richardetto), Paula Iancic (Philotis, sobrina de Richardetto), Sami Luttinen (Vasquez, criado de Soranzo), Susan Maclean (Putana, criada de Annabella). Coro de la Deutsche Oper am Rhein, preparado por Patrick Francis Chestnut. Comparsas de la Deutsche Oper am Rhein. Banda de músicos: Pawel Kuterbach (clarinete), Ferenc Mausz (trompeta), Onur Ozgüner (trombón), Milan Mandic (tuba). Orquesta Düsseldorfer Symphoniker. Director invitado Lukas Beikircher. 100% del aforo.
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Un público estupefacto, pero encantado dejó el exitoso estreno mundial de la ópera Schade, dass sie eine Hure war (Lástima que fuera una puta), del destacado compositor alemán Anno Schreier (Aquisgrán, 1979, este sábado 16 de febrero de 2019 en la Ópera de Düsseldorf (Deutsche Oper am Rhein), con puesta en escena del director David Hermann (Wurzburgo, 1977).

La pieza de dos horas y media de duración, con colores muy llamativos, danza de velos, folclore de Broadway y de Hollywood y numerosos cadáveres, se inspira en el drama isabelino Tis Pit She's a Whore, de 1633, del escritor y poeta inglés John Ford (1586-c. 1639). La obra teatral fue estrenada entre 1626 y 1629.

Fue tal la perplejidad y la complacencia entre el millar de espectadores presente que demoró unos instantes hasta que la sala pudo despertar de la hipnosis y brindar aplausos de aprobación. No hubo ni un abucheo. Todo el elenco, así como el compositor Schreier y la libretista Kerstin Maria Pöhler (Colonia, 1957), presentes asimismo en este estreno mundial en la Ópera de Düsseldorf, fueron aclamados sin excepción.

Cuando el público ocupaba sus butacas, los tramoyistas y utileros todavía trabajaban sobre el escenario montando los decorados y colocando los accesorios. Todo parecía que estuviera a medio hacerse aquí. Pero, era solo una ilusión. Esto había sido dispuesto a propósito para que los espectadores tomaran debida distancia de los acontecimiento que iban a presenciar esta tarde. Esto no era nada más ni nada menos que teatro puro y duro.

Por supuesto, un beso bajo una gigantesca amanita muscaria no es lo que pueda decirse una bendición para una pareja de adolescentes enamorados y esto lo experimenta el público un minuto después de comenzar la función, sin obertura de por medio. Esta es una historia de amor bastante tóxica y poco apetecible, especialmente porque los numerosos restos del velo universal depositados sobre la cutícula rojo escarlata de esta variedad de hongos venenosos empujados de aquí para allá sobre el escenario parecen sospechosamente órganos genitales masculinos.

Siete cadáveres en poco más de dos horas, ese era aproximadamente el promedio de cualquier obra de teatro isabelino que se preciara de serlo en la época de William Shakespeare y de John Ford, en torno al 1600. Pero, entre todos los éxitos de la época, ninguno tuvo un título tan llamativo y efectivo como Lástima que es una puta (Tis Pit She's a Whore).

Es la historia, ambientada en Parma (Italia), de una relación incestuosa entre los hermanos Annabella (magnífica la joven soprano Lavinia Dames) y Giovanni (genial el tenor finlandés Jussi Myllys), en medio de una sociedad indignada por este hecho. Aquí fluye mucha sangre. Kerstin Maria Pöhler escribió un texto, conciso y crudo a la vez, a partir del cual Schreier compuso la música con total adecuación a la historia.

El compositor no tiene, stricto sensu, un estilo propio y vive agradablemente de la inspiración de sus colegas. De ahí que todos sus trabajos anteriores, incluso una muy aclamada versión de Hamlet, sean tan eclécticos, estén tan plenos de citas y de alusiones indirectas. Se trata de una técnica que también utilizaron célebres compositores antes que él, Wolfgang Amadé Mozart e Igor Stravinski, por citar uno clásico y otro moderno. Para esta Schade, dass sie eine Hure war [Lástima que fuera una puta] Schreier se sirvió de todos los estilos musicales habidos y por haber, desde el Renacimiento hasta Hollywood, pasando por Giuseppe Verdi y el dodecafonismo.

Hay ilustres antecedentes teatrales y cinematográficos recientes de esta pieza. Como drama teatral, no como ópera, la pieza es representada asimismo en estos meses en el teatro estatal de Hesse, en Wiesbaden con puesta de Bernd Mottl.

En 1961 el director italiano Luchino Visconti (Milán, 1906-Roma, 1976) la llevó a escena y la filmó (sin público en el teatro) para la televisión francesa (Damage qu'elle soit une p..., con Romy Schneider y Alain Delon en los papeles principales. Diez años más tarde la rodó el también italiano Giuseppe Patroni Griffi (Nápoles, 1921-Roma, 2005) bajo el título de Addio fratello crudele con Charlotte Rampling, Oliver Tobias y Fabio Testi (Soranzo) en los roles protagónicos.

Desde el punto de vista puramente acústico, cada cinco minutos sonaba desde el foso de la Ópera de Düsseldorf la detonación de un camión cisterna cargado de combustible altamente inflamable y explosivo, mientras, las cuerdas difundían un agradable miedo aterrador.

El cuarteto de vientos/metales sobre el escenario tuvo bastante que hacer, a veces alineado como una Big Band en otros momentos como un conjunto circense. Los tambores, por el contrario, tuvieron aquí baja demanda; un hecho que sorprendió, porque generalmente los compositores de ópera se sienten muy felices de contar con media docena o más de percusionistas, además de mucha electrónica.

En tal sentido, este estreno sonaba un poco como a la antigua, aunque no era de ninguna manera ni añejo ni vetusto, porque la música brillaba sin par, con gran volumen, pomposa, deslumbrante, amanerada y encajaba a las mil maravilla con este drama absurdo, ridículo, grotesco, surrealista y al mismo tiempo conmovedor.

Al principio la platea se tomó todo muy en serio. Pasó largo tiempo hasta que se dio cuenta de que no era tan así. Entremedio, se preguntaba una y otra vez a sí misma de qué iba esto, si era o no una sátira. La confusión fue provocada exprofeso, como en las películas que chorrean sangre por doquier, que exhiben violencia de forma excesiva y dejan abiertas todas estas cuestiones para sorprender o para divertir, al estilo del chusco realizador cinematográfico, camarógrafo, guionista, actor y productor estadounidense Quentin Tarantino.

El director germano-francés David Hermann, formado en el conservatorio Hanns Eisler de Berlín, ex asistente de Hans Neuenfels y ganador del premio de régie y escenografía de Graz (Austria) en 2000, mostró esta carnicería como una vívida cabalgata a través de 400 años de historia del teatro. Los amantes visten (vestuario Michaela Barth) de forma alegre, con trajes de los siglos XVII, XVIII, XIX y XX: Los elementos de la escenografía (Jo Schramm) corresponden asimismo a esas épocas. Ambos responsables se esmeraron y no escatimaron en gastos para lograr sus objetivos.

En definitiva, todo fue menos confuso de lo que parecía al principio, porque el regisseur encontró símbolos muy inequívocos, fuertes y claros, verbigracia, el hongo amanita muscaria monumental mencionado más arriba, bajo el cual Annabella y Giovanni se entregan a su amor incestuoso del que ella queda embarazada. Sus voces eran requeridas por acciones que parecían más propias de una performance dadaísta que de una ópera, aunque sin caer de ninguna manera en el kitsch. Algo así como una revista musical burlesca que parodia las versiones más serias del género lírico.

Hay una pecaminosa danza de los siete velos, un noble pretendiente frustrado (a la medida el Soranzo del barítono eslovaco Richard Šveda), un típico curandero inglés (sensacional el presunto médico Richardetto del bajo alemán David Jerusalem) que llega con su carruaje publicitando curas milagrosas (Miracle Cures), dicho sea de paso, estos personajes los hay hasta hoy; un infaltable monje siniestro (excepcional el bajo rumano Bogdan Taloş) surgido de las tinieblas oscurantistas del fanatismo religioso (¡qué bien los conocemos en España e Iberoamérica!).

El reparto sigue con una nodriza que se las trae (la Putana, criada de Annabella, de la mezzosoprano estadounidense Susan Maclean), un sirviente de mucho cuidado (el Vasquez, criado de Soranzo, del bajo finlandés Sami Luttinen), un burgués parmesano divertido (el Bergetto del tenor alemán Florian Simson), un padre ultraconservador que quiere a toda costa casar a su hija con el noble Soranzo para salvar el honor de la familia (convincente el Florio, del bajobarítono turco Günes Gürle), un espadachín-mosquetero (impagable el soldado romano Grimaldi del tenor ruso Serguej Khomov), una bruja ardiendo (sensacional la mezzosoprano alemana Sarah Ferede), tras el asalto de los vaqueros, como en los western hollywoodenses; una exquisita sobrina del curandero (la Philotis con la dulce y excelente voz de la soprano rumana Paula Iancic).

En definitiva, un ambiente de copiosos envenenamientos, torturas y acuchillamientos; abundancia de todo lo que el público de pie en las galerías del teatro The Globe de Shakespeare esperaba siempre por su dinero. La pieza es muy entretenida y, como todos sabemos de sobra, aplicable además a algunos estrenos de ópera de nuestros días, desafortunadamente.

En medio de este cacao, la orquesta Düsseldorfer Symphoniker, un colectivo musical que suena sobresalientemente bien en todas las obras que hemos tenido oportunidad de presenciar aquí, ejecutó esta partitura con mucha diversión, elegancia, travesura y astucia bajo la preciosa dirección musical de Lukas Beikircher. Los aplausos y ovaciones de un público atónito y satisfecho, fueron totalmente merecidos.

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