España - Cantabria
Festival de SantanderSabe más Gardiner por viejo que por jardinero
José Amador Morales

El concierto inaugural de la septuagésimo primera edición
del Festival Internacional de Santander ha contado con el regreso de John
Elliot
No muy lejos de aquellas coordenadas interpretativas se ha situado el programa elegido para esta ocasión, compuesto íntegramente por obras religiosas de los siglos XVII y XVIII. De esta forma dio comienzo el concierto con la historia de Jephta, en el formato de oratorio que compusiera Giacomo
en 1649 y del que fuese uno de sus más claros impulsores. Basado en el Libro de los Jueces del Antiguo Testamento, Jepthe supone uno de los primeros ejemplos de esta - en aquel momento - incipiente forma musical que alcanzará su clímax décadas más tarde con las aportaciones de Haendel y Bach.Carissimi
encomienda la breve narración (poco más de veinte minutos de duración) a dos
solistas y coro, acompañados por instrumentos de cuerda (en esta versión laúd,
arpa, viola da gamba y contrabajo) y continuo como apartado instrumental.
Mientras el tenor británico
La dirección de Gardiner, sensual y comunicativa, encontró aún más margen de desarrollo en el espectacular Stabat Mater de Domenico
, habida cuenta del derroche de colorido y elegancia de una composición, que se adentra en los inicios del siglo XVIII. No en vano se especula que fue compuesta 1715 antes de que Domenio abandonara Roma. La que probablemente sea esta la obra coral más conocida de Scarlatti, está confiada a diez voces y bajo continuo, evita el uso de cualquier instrumento concertante así como del efecto del doble coro, utilizando voces solistas que emergen del todo polifónico.En su Stabat
Mater Scarlatti eleva el célebre texto de Jacopone
Pero si hablamos de altura expresiva, el clímax del concierto llegó con las Musikalische Exequien, esa suerte de exótico y arcaico réquiem que compusiera
en 1636 para el funeral del príncipe Heinrich II Posthumus von Reuss, coincidiendo con el final de la Guerra de los Treinta Años, lo que inspira la dicotomía vida-muerte que impregna la obra. Considerado como uno de los grandes precursores de Bach, Schütz diseña sus Musikalische Exequien de Schütz con una elaborada arquitectura formal que contrasta sus tres partes.El primero y más extenso, que alterna partes solistas (o grupos de
ellos) que cantan textos bíblicos y el coro que entona corales lureranos. La
segunda parte es un motete a dos coros evoca los efectos acústico-espaciales de
Giovanni Gabrieli, ya que las distintas voces interactúan contestándose entre
sí. Finalmente, la última parte ofrece un impresionante clímax espiritual con
el contraste entre el coro que canta la despedida ”Herr, nun lässest du deinen
Diener” y el que, imitando al anterior, da la bienvenida al cielo en “Selig
sind die Toten”. Aquí la afinación, empaste y precisión del Monteverdi Choir y
la calidad de los English Baroque Soloists alcanzaron cotas sublimes. Como memorable
la dirección de Sir John Eliot Gardiner al frente de los mismos, volviendo a
demostrar que el rigor histórico de las formas y la emoción del contenido pueden
(¡y deben!) integrarse.
Ante el lógico entusiasmo de un público puesto en pie, los
intérpretes ofrecieron el coro de la antepenúltima escena de Il ritorno d’Ulisse
in Patria de Claudio Monteverdi, el bellísimo “Giove amoroso, fa il Ciel
pietoso nel perdonar”.
Para próximas
ocasiones, sería deseable que en una obra de este tipo se facilitara un
subtitulado electrónico en tiempo real, como suele hacerse en las
representaciones operísticas, ya que el hecho de disponer el texto bilingüe en
el programa de mano contribuyó más a generar distracciones y ruidos
innecesarios que a un fácil seguimiento del mismo.
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