Portugal

¡Así se hacen las cosas!

Paco Yáñez
jueves, 11 de diciembre de 2014
Masaaki Suzuki © Marco Borggreve | Quincena Masaaki Suzuki © Marco Borggreve | Quincena
Porto, martes, 11 de febrero de 2014. Casa da Música. Hana Blažíková, soprano. Doninik Wörner, bajo. Masato Suzuki, órgano. Bach Collegium Japan. Masaaki Suzuki, director. Johann Sebastian Bach: Concierto para órgano en re menor (a partir de la Cantata “Geist und Seele wird verwirret” BWV 35); Cantata “Liebster Jesu, mein Verlangen” BWV 32; Cantata “Der Friede sei mit dir” BWV 158; Sonata en trío para dos violines en la menor (a partir de la Sonata para viola da gamba y clave BWV 1029); Cantata “Ich geh und suche mit Verlangen” BWV 49. Ocupación, 80%
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Los días 1 y 2 de noviembre, más que fin de semana de Difuntos, mostraron cómo se mantiene de viva la música en Porto, concibiendo ésta como un trazo histórico que exige las mejores condiciones interpretativas y el contacto del público con las obras más trascendentes ya no sólo de su tiempo (crucial, en Casa da Música), sino de las diversas etapas que constituyen la deriva, el gran rizoma a través del cual florecen los estilos musicales a lo largo de la historia...

...conversando con el director artístico de Casa da Música, el portugués António Jorge Pacheco (gestor cultural ejemplar donde los haya a la hora de desarrollar una programación en términos omnicomprensivos y de excelencia), me decía que lo importante es ofrecer al público las partituras (incluidas las contemporáneas; y este fin de semana en Porto hemos escuchado Stravinsky, Birtwistle y Eötvös) en las mejores condiciones posibles, en manos de aquellos intérpretes que han demostrado su excelencia a lo largo de las últimas décadas. Se podrá pensar que este planteamiento requiere una fuerte dotación presupuestaria; y ahí está uno de los secretos de esta Casa da Música portuense que, ni lo duden, ha sufrido importantes recortes en el contexto de la crisis económica que azota a Portugal. Sin embargo, comparar el presupuesto anual de Casa da Música, de sus agrupaciones profesionales residentes (Orquestra Sinfónica do Porto, Remix Ensemble y Orquestra Barroca), con otros auditorios europeos (no digamos con los teatros de ópera españoles), lo que nos señala es que la diferencia no es tanto de dinero, como de inteligencia, cultura y ambición a la hora de programar, de concebir una estructura tripartita con la que abordar la historia de la música en las condiciones más pertinentes, respetando los criterios interpretativos de cada época.

En este sentido, es sangrante escuchar cómo la mayoría de las orquestas españolas masacran la música de Johann Sebastian Bach (Eisenach, 1685 - Leipzig, 1750) año tras año, incapaces de articular un lenguaje históricamente informado, y mucho menos de expresarlo en los instrumentos que mejor dan voz a las partituras del Kantor. La Orquestra Barroca Casa da Música, que ya ha trabajado con algunos de los directores más competentes en el repertorio de la música antigua, lo hará en noviembre de 2014 con Masaaki Suzuki, que se presentó previamente, en el concierto del domingo 2, con su Bach Collegium Japan en la Sala Suggia, para abordar un programa en el que escucharíamos un Bach esencializado, de trazo fino, pulido con el mayor mimo.

Este planteamiento lo presentan ya desde la primera partitura, desde un Concierto para órgano en re menor escrito a partir de la Cantata “Geist und Seele wird verwirret” BWV 35 (1726) que abordan con dos violines, viola, violonchelo, contrabajo, oboe, clave y el correspondiente órgano solista, en el cual escuchamos a Masato Suzuki, músico de gran rigor y una articulación que diría ya en otra línea estilística en Bach con respecto a la defendida por su padre (Masaaki Suzuki) durante los últimos años. El Bach de Masato Suzuki es más aristado, se despliega con un volumen más orquestal, en cierto modo recuerda a los conjuntos alemanes de música antigua, de mayor viveza y expresividad; lo cual no quita que sea capaz de asumir un papel secundario dentro del concierto cuando así se requiere, como en los ritornelli en los que se suma al continuo. Su diálogo con el ensemble es exquisito en esta página concertante, especialmente con las cuerdas, ejerciendo el clave un papel de vertebración armónica y el oboe un apuntalamiento de la melodía ejemplar; un diálogo que va evolucionando hacia una directa interpelación oboe-órgano de serena belleza, con un continuo de violonchelo y contrabajo muy efectivo, con un punto neutro, ligero, sin cargar las tintas en lo dramático (como no lo harían en las cantatas). Destacar, igualmente, al oboísta Masamitsu San’nomiya, excelso en musicalidad, sonoridad y articulación plenamente barroca, sin esas sensiblerías ni dejes románticos que tanto daño han hecho a la música de Bach y que tanto, por desgracia, aún escuchamos. Muy enfática sonó en lo rítmico la ‘Sinfonía 2’, con un sentido muy unitario de las cuerdas, de nuevo con un Masaaki Suzuki en el clave en segundo plano, atento a su papel de armonizador, sin asumir mayores protagonismo (cierto es que la acústica de la Sala Suggia poco ayuda a estas pequeñas formaciones de música antigua). En la conclusión de este Concierto en re menor, el conjunto nipón se tomó algunas libertades en cuanto a flexibilidad, con un efectivo ritardando en los compases finales y unos trinos muy expansivos de Masato Suzuki que rubricaron un Bach que mantiene incólumes las señas de identidad del Bach Collegium Japan, pero que quizás, de la mano de Masato, apunta a nuevas direcciones.

La Cantata “Liebster Jesu, mein Verlangen” BWV 32 (1726) volvió a mostrarnos ese Bach minimalista en cuanto a efectivos, sin coro, como el resto de las cantatas, confiando todo el efectivo vocal a la soprano Hana Blažíková y al bajo Doninik Wörner. En la primera de las arias destaca sobremanera en el efectivo instrumental el oboe de Masamitsu San’nomiya, al tiempo que escuchamos a una Hana Blažíková de curioso color, con un agudo de dejes velados, que la acerca por tesitura a una mezo, otorgando una ambigüedad a su tono por momentos muy sugerente, pero que, cierto es, en los pasajes más agudos lastra la plena afirmación de la altura, a pesar de su notable técnica. En todo caso, se mostró la cantante checa irregular en cuanto a expresividad. El caso de Dominik Wörner es, justamente, el contrario: un bajo de tesitura aguda, más bien barítono, por lo escuchado esta tarde en Porto, quizás algo corto de caudal, aunque por dicción y sentido bachiano, especialmente en los recitativos, más pleno que Blažíková. Son, por tanto, sus registros vocales más próximos que lo que inicialmente podríamos pensar al leer en el programa sus cuerdas, lo cual ha ayudado en no pocos números de estas cantatas, aunque ‘desnaturalizando’ un tanto el contraste, la amplitud en registros. Así, si en el recitativo “Ach! heiliger und großer Gott” la pareja vocal se muestra muy sombría y parca en su diálogo, algo fría y seca; en el aria en dueto “Nun verschwinden alle Plagen” demuestra un entendimiento mayor, más complementario, precisamente por esa cercanía en registros, que confiere mayor homogeneidad y empaste al canto. También ascético sonó el coral final, con un planteamiento totalmente camerístico. Se echa en falta un mayor cuerpo en las voces, sin duda un mayor número, pero lo que nos permite así Suzuki es diseccionar con bisturí cada línea, cada melodía, los marcados contrastes, como ya lo habían hecho en números anteriores los músicos del BCJ (soberbio, por ejemplo, el contraste entre la exposición melódica y la verticalidad armónica de violín y órgano/violonchelo en el aria “Hier, in meines Vaters Stätte”).

La segunda parte del concierto comenzó con la Cantata “Der Friede sei mit dir” BWV 158, con un primer recitativo muy fraseado en su canto por Dominik Wörner, con tendencia más al aria que al propio recitativo. En “Welt, ade, ich bin dein müde” destacan, por una parte, la extraordinaria concertino del BCJ, así como el juego de distancias creado por Hana Blažíková con su voz, sugiriendo esa presencia angélica en la lejanía, de gran aliento espiritual, pleno de misticismo y serenidad, en línea con lo que del BCJ conocemos por sus registros para el sello BIS. El resto de la BWV 158 mostró análogos criterios que la BWV 32, con una disminución de efectivos en el coral que, como ya hemos visto, comporta riesgos, aunque también, si los intérpretes son del nivel del BCJ, no pocas virtudes.

Esas virtudes se pondrían de manifiesto en la Sonata en trío para dos violines en la menor, a partir de la Sonata para viola da gamba y clave BWV 1029 (1720), con acompañamiento de clarinete y violonchelo. Exquisitas, técnicamente, Yukie Yamaguchi y Yoko Kawakubo, de complicidad y complementariedad ejemplares a la hora de crear planos entre ambos violines y clarinete/violonchelo, e intercambiar sus motivos. Es el suyo un Bach más ligero y amable, menos rugoso y aristado que el de un Musica Antiqua Köln, por poner un ejemplo. Quizás se echa de menos algo más de contrastes, pero no se puede negar la belleza de su lirismo. Ese lirismo sonó en plenitud en un ‘Adagio’ casi a modo de ejercicio de Tai-Chi: un Tai-Bach especialmente gestual desde el cuerpo al arco de Yukie Yamaguchi, con un sentido orgánico y musical que, aunque no esté aquí presente, sigo creyendo improntado por el sereno fluir del Bach suzukiano, con su refinada sutilidad, aquí expresada en una afinación muy brillante, ligeramente más aguda. El ‘Allegro’ final lo construyó el BCJ como un transparente ejercicio de fuga, con una presencia del violonchelo de Emmanuel Balssa más definida, a pesar de su recurrente sobriedad en cuanto a estilo, que no en lo referido a color, pues el timbre de su instrumento nos regala un amplio registro.

Por último, una Cantata “Ich geh und suche mit Verlangen” BWV 49 en la que ya desde su ‘Sinfonía’ de apertura nos reencontramos con el sereno fluir del ensemble japonés, con un discurrir en el que vuelve a destacar la personalidad del órgano y su personal estilo, con un mayor protagonismo y un ataque más entrecortado, pero que, indudablemente, no cambia el pulso de un BCJ que respira con/desde el clave de Masaaki Suzuki. La primera de las arias vuelve a mostrar lo indicado en la BWV 32 con respecto a la voz de Dominik Wörner, aquí especialmente bella en las florituras finales del aria inicial. Hay un buen entendimiento de Wörner con Masato Suzuki en sus fraseos conjuntos; un órgano que vuelve a tomar gran protagonismo sobre clarinete y violonchelo. El recitativo a dúo “Mein Mahl ist zubereit” constituyó, en opinión, el momento más bello del concierto, con un Dominik Wörner más dramático y expresivo en sus ataques y una Hana Blažíková delicada y de presencia etérea. En su siguiente número, el aria “Ich bin herrlich, ich bin schön”, volvemos a encontrarnos con una voz muy personal en la cantante checa, velada, de oscuro timbre, en la que diría que la técnica es superior al propio instrumento vocal. Vuelve a mostrarse parca en sus arias en solitario en cuanto a expresividad, aunque apoyo instrumental no le falte, de nuevo con un oboísta excelso y un Emilio Moreno en la viola que es pura musicalidad, dando relieves personales a un BCJ donde Masato Suzuki se mantuvo en este número más contenido desde su órgano. El recitativo “Mein Glaube hat mich selbst so angezogen” no alcanzó las cotas del primer dúo, con una presencia más recatada, quizás en demasía. Por último, el aria para bajo mostró a un Wörner brillantemente ligado al continuo de contrabajo, violonchelo y órgano, redondeando una sonoridad empastada y profunda. Se mostró, así pues, en general Wörner mejor en dicción, fraseo y estilo a lo largo del programa que la más comedida Hana Blažíková, algo perfectamente audible en el final de esta Cantata BWV 49, a lo largo de la cual el bajo fue ganando amplitud y apoyo en un órgano desde el que Masato Suzuki construye una luminosidad final muy acorde con el texto: exultante; como consiguió, en sus intervenciones finales, lograr también Blažíková, a pesar del laconismo sonoro que nos impone la ausencia de coro.

Concluida la última cantata, tan concentrada como el resto de esta propuesta bachiana, el público portuense tributó una enorme ovación tanto a los solistas como al Bach Collegium Japan, con buena parte del respetable puesto en pie, lo que propició que Masaaki Suzuki nos regalara en bis el dueto “Nun verschwinden alle Plagen” de la Cantata BWV 35. Se escuchaban en los pasillos de Casa da Música, tras el bis, algunas voces entre el público hablando en castellano, incluso algunas caras conocidas: parte de los melómanos que han de viajar para poder vivenciar en otros auditorios la amplitud de miras de la que carecemos en nuestras salas de (des)conciertos. Casa da Música continúa así, un año más, como uno de los destinos peninsulares más recomendables (en mi opinión, el más completo) para vivir la música como un amplio trazo histórico expresado en condiciones interpretativas tantas veces idóneas.

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