España - Madrid
Excepcional concierto con Eótvös
Juan Krakenberger
Tener la suerte de contar con la presencia del renombrado maestro Peter Eötvös (nacido en Hungría en 1944) durante el tiempo suficiente para preparar un programa con cinco obras contemporáneas, todas de una complejidad muy apreciable, no es algo que ocurra con frecuencia. Y contar para ello con los treinta y tres integrantes de la Sinfonietta de la Escuela Reina Sofía, reforzada con seis músicos (metales y percusión) de afuera, requiere un esfuerzo muy especial en el cual asistió, una vez más, la Fundación BBVA.
Tuve el privilegio de asistir a uno de los ensayos con el maestro Eötvös y no cabe ninguna duda que domina su oficio, que además incluye clases magistrales en instituciones de renombre en Europa.
Los numerosos asistentes al concierto recibieron un cuaderno muy bien presentado que incluía notas al programa del prestigioso crítico musical José Luis García del Busto y en consecuencia no me extenderé mayormente sobre el tema. Más bien voy a dedicar estas líneas a comentar la calidad de las versiones que escuchamos, que en casos de música moderna es de gran importancia.
El programa se inició con el Concertino para clarinete, violín, arpa, celesta y cuerdas, del año 1950, de Luciano Berio (1925-2003). Los ejecutantes se sentaron en semicírculo, y así pudieron coordinar mejor los pasajes muy rápidos, que salieron con una limpieza admirable. El clarinete tiene algunos pasajes como solista, y sonó muy, muy bien. La obra termina con un segundo movimiento, en calma. Excelente versión de una música con tintes de neo-clásica, a pesar de la fecha bastante avanzada de su creación. Aplausos agradecidos.
Siguió otro Concertino, para doce instrumentos, que Igor Stravinsky (1882-1971) compuso en el año 1920. Las dos cuerdas (violín y violoncello) se sentaron en segunda fila con los cuatro metales. Los otros vientos, de madera, se sentaron en primera fila. También en esta obra hay muestras de neoclasicismo, siendo el inicio marchoso, con un solo de violín remarcable. Este movimiento se destaca por sus ritmos, muy bien ejecutados. Como contraste, un segundo movimiento muy calmo, casi ensoñado, le sigue para terminar. Nuevamente, una versión ejemplar, bajo la minuciosa dirección del maestro Eötvös. El público aplaudió con ganas.
Para terminar la primera parte del concierto, escuchamos una obra de Arnold Schönberg (1874-1951) del año 1922: De sus Gurre-Lieder se nos presentó el Lied der Waldtaube (Canción de la paloma del bosque), para mezzosoprano y diecisiete instrumentos (piano, cinco cuerdas, y once vientos, entre maderas y metales). Como solista actuó la mezzosoprano Anna Moroz, que estudia en la Escuela Reina Sofía, pero tiene ya una carrera notable de actuaciones públicas en su haber. Esta música, con algunos giros post-románticos, es muy bella, y las sonoridades que se producen entre la voz y la parte instrumental son extraordinariamente atractivas. Fue todo un acontecimiento, esta audición de una obra que casi nunca se escucha en España. Los Gurre-Lieder fueron compuestos para gran orquesta, en su origen, pero el propio compositor redujo la obra para una formación de cámara, y desde luego no perdió nada de su formidable impacto. La versión fue mágica, con la voz de la mezzosoprano mezclándose con los instrumentos para producir unas sonoridades de ensueño. Aplausos entusiasmados del público.
Breve intervalo.
Siguieron tres piezas del propio director Peter Eótvós, compuestas en 1995, intituladas Shadows (Sombras) para ensemble. Las tres piezas (Sombras 1,2 y 3) fueron compuestas para que unas sonoridades, de tipo solista, tuvieran un eco -la sombra- para lo cual la ubicación de los instrumentos es, naturalmente, de gran importancia. Según explicaciones del propio compositor, algunos instrumentos deberían tocar de espaldas al público, pero me imagino que por las limitaciones del sitio esto no se pudo hacer, a pesar que los músicos se ubicaron en tres grupos separados, de los cuales uno formado por flauta, clarinete y percusión fue la fuente y otros dos grupos de vientos y cuerdas, “la sombra”. Se trata de música atonal, con disonancias, donde la consideración principal es el sonido que se produce y refleja. Esto se consiguió, y fue interesante, pero desde luego no muy emocionante.
Terminó el concierto con la Kammermusik Nº1 op. 24 Nº1, compuesta en 1922 por Paul Hindemith. Tiene cuatro movimientos, y es ejecutado por doce músicos: quinteto de cuerdas, flauta, clarinete, fagot, trompeta, acordeón, piano y percusión. Volvemos aquí a la música neoclásica, tan típica de Hindemith, y compuesto con una riqueza de recursos admirable. Los cuatro movimientos son: 1) Muy rápido y furioso, 2) Moderadamente rápido, 3) Quarteto – Muy despacio y con expresión y 4) Finale 1921. Animado. En el transcurso de la obra hay pasajes de gran dificultad técnica, por su rapidez, y destaca un brillante solo de trompeta. Fueron muy notables las diferencias dinámicas: pasajes en estricto pianísimo alternan con frases fortísimas. También el piano tiene a su cargo un solo, magníficamente tocado. En el movimiento final hay stretti con muchas notas para todos, acabando la obra así triunfalmente.
El numeroso público aplaudió con entusiasmo: habíamos escuchado una obra magistral en una versión memorable, y además el maestro Eötvös mereció un aplauso especial por la forma magistral en que dirigió a los jóvenes músicos en un programa excepcional, como casi nunca podemos escuchar en Madrid. Fue realmente una ocasión única de familiarizarse con esta música moderna, que -salvo en disco- muy pocas veces integra los programas.
Felicitaciones a la Escuela Superior de Música Reina Sofía que se lució con esplendor muy especial. El público también lo apreció así y los aplausos fueron más extensos que otras veces. ¡Felicitaciones a todos los que lo hicieron posible!
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