Discos
Bruckner 200Las Sinfonías de Bruckner por la Orquesta del Concertgebouw de Ámsterdam
Carlos Ginebreda

El presente año 2024 se conmemora el bicentenario del
nacimiento de Anton
Este bicentenario de 2024 nos da pie a una reflexión
sobre el mundo bruckneriano actual. Hay cientos de grabaciones de Sinfonías de
Bruckner (en todas las ediciones y partituras alternativas), y en las salas de
concierto se interpreta mucho Bruckner e incluso se ha convertido en objeto de
culto. abruckner.com que dirige
con buen criterio John F. . Más allá de modas y obsesiones, lo cierto es
que Bruckner está ya totalmente integrado en la vida musical, pero no siempre
fue así.
En 1949 se conmemoró el 125 aniversario del
nacimiento de Anton Bruckner. En ese año 1949 las grabaciones de sinfonías de
Bruckner eran prácticamente inexistentes. Por ejemplo, una excelente Octava
sinfonía en la que Eugen
Austria, intervenida por las cuatro potencias aliadas tras la Segunda Guerra Mundial, editó en 1949 un sello de correos dedicado al 125 aniversario de Anton Bruckner, pero el mundo no estaba para muchos homenajes. La imagen de la Viena de 1949 dividida en cuatro zonas quedó en la memoria colectiva por la película El tercer hombre filmada en ese mismo año. Su director
hace de narrador en la primera escena diciendoNunca conocí la Viena de antes de la guerra, con su música de Strauss, su glamour y su encanto, siempre preferí Constantinopla.
Esa ciudad, bombardeada y con su mercado negro, no estaba para
celebrar muchos aniversarios. En cuanto a la banda sonora, con la música de
Anton
Aun así y consultando diversos archivos
correspondientes al año 1949, he podido verificar que la Filarmónica de Viena en
uno de sus conciertos de abono de 1949 programó la Séptima sinfonía dirigida
por un joven Sergiu Celibidache. La Sinfónica de Viena en su temporada de 1949
puso en atriles la Misa nº 3 dirigida por
Orquesta del Concergebouw de Amsterdam
Volvamos a la caja de la Orquesta del Concergebouw de
Amsterdam. Esta orquesta tiene una sólida tradición bruckneriana. Sus
directores iniciaron una buena vía en la interpretación de las sinfonías de
Bruckner: van Beinum (que en la era del LP grabó las sinfonías Quinta, Séptima,
Octava y Novena), Jochum y
El ciclo comienza con la Primera sinfonía en
su versión de Linz de 1877 en la edición de Robert
Mientras Bruckner componía esta Primera sinfonía,
sufrió de un brote depresivo. Entre el 8 de mayo y el 8 de agosto de 1867 se
retira a Bad Kreutzen para seguir una cura por sobreexcitación nerviosa. En
1865 había asistido al estreno de Tristán en Munich y en diciembre de 1966 y ha
escuchado por primera vez la Novena sinfonía de Beethoven. El impacto emocional
en Bruckner ante todo esto fue enorme.
La Segunda Sinfonía de esta edición la dirige Riccardo
Este conjunto de grabaciones del Concertgebouw va in
crescendo en calidad e intensidad. La Tercera Sinfonía la dirige Kurt
La Cuarta sinfonía bajo la batuta de Klaus
El veterano Eugen Jochum se hace cargo de la Quinta
sinfonía, en una interpretación colosal de esta macro-sinfonía sumamente
difícil y con pocas versiones que sean de referencia. Parece ser que el
director adoraba esta obra. La coda final es cósmica, una acumulación de música
que parece insaciable. Es una apoteosis agotadora que no se escucha en ninguna
otra versión, es como si Jochum abriera las pesadas puertas del espacio celeste
y entrase la luz a raudales. La enorme aclamación del público da testimonio del
acontecimiento. Como propina, Jochum y la orquesta volvieron a tocar el último
movimiento. Si se prefiere alguna grabación más terrenal enérgica y contundente,
son muy recomendables las de Wand (RCA) y Karajan (DG), ambas con la
Filarmónica de Berlín.
La Sexta sinfonía de la serie la dirige Mariss
y no es una interpretación inmaculada. Lo que sucede es que elige la vía del refinamiento, lo que a la postre no resulta bueno para esta partitura, que lo que exige es rotundidad. Bruckner bautizó a esta sinfonía como “la más descarada” y requiere una mayor musculatura, cosa nada fácil de conseguir. En la mente de Bruckner está presente el paisaje austríaco donde nació, y esta Sexta sinfonía no pide urbanidad ni finura. La interpretación debe ser robusta pero no rústica.Aquí quisiera deshacer un malentendido. Hace
muchos años se publicó un libro titulado Rustic genius escrito por
Bernard Haitink casi siempre dirigió muy bien la Séptima sinfonía Bruckner,
y esta serie contiene una muy buena versión con la orquesta de la que fue
titular. Fue retransmitida por radio en tiempo de madurez de Haitink, que
dirige con fluidez y emoción. La monumental Séptima requiere hondura pero no
hay que caer en excesos que sólo algunos elegidos pueden permitirse. Pero esta
obra no admite neutralidad ni comedimiento, una vez se empieza pone los pelos
de punta y alcanza su plenitud en el 'Adagio', que Haitink dirige contagiando al
público de inspiración, con platillazo incluido. La cita en este movimiento
lento del Te Deum “non confundar in aeternum” (“no me veré defraudado para
siempre”) le hace sentir a uno invulnerable ante tanta grandeza. El contrapeso
de esta sinfonía a sus dos amplios primeros movimientos, son los movimientos
tercero y cuarto, que hay que conducirlos con agilidad y mesura. Muy buena
versión.
Gustav Mahler no se consideró pupilo de Bruckner, pero sí discípulo. En cierta ocasión en la sede de la Academia de Música de Viena, el profesor Bruckner le dijo a Mahler que tocase al piano el 'Adagio' de la Séptima sinfonía. La descripción de Mahler sobre Bruckner:
Muy accesible y próximo a sus alumnos, y muy querido por ellos, sabio y algo infantil, me considero su amigo.
Bruckner siempre fue consciente de que este 'Adagio' había
sido una de sus más inspiradas composiciones. Para su funeral, ordenó que se
tocase este 'Adagio' de la Séptima, cosa que se hizo en un arreglo para la
sección de metales de la Filarmónica de Viena, orquestado por Ferdinand
Para la Octava sinfonía de esta caja, se ha
escogido una grabación dirigida por Zubin abruckner.com, podemos
comprobar que entre las versiones oficiales y las piratas hay hasta doce
registros de la Octava, y el presente sería el décimo tercero. Estos datos
corroboran que a Mehta le encanta esta partitura, y como sabemos que desde su
juventud Bruckner estuvo presente en la carrera de Zubin Mehta y grabó entonces
una estupenda Novena (Decca), vale la pena ahora la escucha de esta Octava con
la orquesta del Concertgebouw. El planteamiento de Zubin Mehta es amplio y con
buena pulsación bruckneriana, aprovechando la excelencia de la sección de
viento madera y los contrabajos de la orquesta holandesa. El meditativo 'Adagio' con su clímax hacia el final es de lo mejor. El impactante inicio del cuarto
movimiento no empieza bien pero la coda final es embriagadora y al final recibe
el merecido aplauso del público. En resumen un buen registro, pero que no
supera en inspiración a las mejores grabaciones de esta magna partitura, como
los de con la Filarmónica de Viena (DG), Giulini con la Filarmónica de
Berlín (Testament), o la angustiada versión histórica de Furtwängler de 1944
(Tahra, Orfeo y otros).
Riccardo Chailly se encarga de la interpretación de la Novena
sinfonía. Esta obra final es sí misma un “estado de ánimo”, y antes de que
comience sabemos que es el testamento inacabado del compositor. Empieza enigmáticamente
de manera tan envolvente que uno ya se siente atrapado en el corazón de
Bruckner. En el pensamiento doliente de Bruckner está presente su fe de
creyente. Sabemos por varios testimonios que el compositor sufrió mucho
mientras componía esta obra. La dedicatoria escrita no ofrece duda: “Al buen
Dios”. Le ofrece la partitura “Si Él la acepta”, dice luego Bruckner a su
médico Richard Heller. Chailly no aborda el 'Scherzo' de forma diabólica, lo hace
propulsando toda su potencia. En el 'Adagio' se encontraría la respuesta a
Bruckner por parte del buen Dios: si ha aceptado o no la dedicatoria. Chailly
utiliza todo el material a su disposición y sobre todo la calidad de la
orquesta para dar de forma inagotable una respuesta profunda, para que sea la
propia música la que ofrezca en su belleza y, aquí sí, en la espiritualidad, de
modo que cada quien encuentre aquello a lo que aspira. Si busca estética la
encontrará, si busca inspiración también. Otros directores sí van más allá,
como Giulini tanto con la Orquesta Sinfónica de Chicago (Warner-EMI) y más aún con
la Filarmónica de Viena (DG), o Furtwängler en 1944 en Berlín (Tahra, y otros
sellos).
Este estuche del Cocertgebouw es bueno de verdad. Continúa sorprendiendo la genialidad de un tipo como Anton Bruckner, que nació tras varias generaciones de humildes maestros de escuela y campesinos, en un lugar de Austria sin guerras ni conflictos, sin traumas personales y que estaba dotado de una sabiduría y un talento musical fuera de lo común. Bruckner se coloca con su arte sinfónico entre los elegidos.
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